La relación entre el individuo y la sociedad
resulta compleja y no son escasos los procesos en los que la lucha por el poder
se enmascara mediante fórmulas morales perversas.
En su trabajo de 1998 titulado El acoso moral,
la terapeuta Marie-France Hirigoyen presentó un análisis extremadamente
clarificador acerca de cómo en nuestro alrededor se destruye a alguien de
manera sutil, empleando solamente palabras, insinuaciones, rumores; esto es,
mediante una violencia perversa a la que ella denomina “Acoso Moral”, o mobbing
anglosajón. (Según el estudio de la OIT, el término inglés bullying equivale
a novatada y se dan cifras de casi el 10%, en tanto que el término mobbing
se refiere a persecuciones colectivas sobre un individuo en particular)
Hirigoyen analiza la presencia de este fenómeno en
la vida cotidiana, sea en el ámbito privado o en el lugar de trabajo;
disecciona en qué consiste, las características del agresor, de la víctima, y
también las consecuencias para la víctima y su entorno.
A continuación presento un resumen de sus conceptos
sobre acoso moral en el ámbito laboral, y resulta clarificadora su distinción
entre acoso y conflicto evidente, así como el papel crucial de individuos
perversos en su inicio y desarrollo.
Definición de acoso moral
El acoso consiste en una violencia insidiosa, fría,
solapada, tanto más peligrosa cuanto que es casi invisible. Se nutre de
pequeños ataques repetidos, a menudo sin testigos, a veces no verbales, o
ambiguos, por ser susceptibles de doble interpretación. Cada ataque por
separado no es verdaderamente grave.
Pero es el efecto acumulativo de estos
microtraumatismos frecuentes y repetidos por parte de un grupo sobre un
individuo en particular lo que constituye la agresión.
El grupo procura excluir a una persona de una
comunidad privándola poco a poco de su identidad, su papel, su función, su
categoría, su imagen, “desintegrándola socialmente”, anulándola simbólicamente.
Hirigoyen aclara que se trata de una noción subjetiva,
donde hay que tener en cuenta por un lado la actuación perversa de un grupo de
personas y por otro las consecuencias sobre la salud y la dignidad de la
víctima.
Todos los medios son buenos para el acosador que
busca la destrucción de la persona elegida, aun a riesgo de adoptar
comportamientos perjudiciales para los objetivos y los intereses de la
organización.
¿Quién, cómo y dónde surge?
En el caso del acoso moral en el ámbito laboral, es
interesante prestar atención a los mecanismos de la perversión moral que construyen
el acoso.
Según Hirigoyen, las víctimas de acoso no son
personas afectadas por alguna patología o particularmente débiles.
Por el contrario, el acoso empieza cuando una
víctima reacciona contra el autoritarismo o no se deja avasallar. Su capacidad
de resistir a pesar de las presiones es lo que la señala como blanco.
·
“El acoso se vuelve posible porque viene
precedido de una descalificación de la víctima por parte del perverso -que el
grupo ha aceptado primero, y luego avalará-. Esta depreciación de la víctima
justifica posteriormente la crueldad que se ha ejercido contra ella y conduce a
pensar que se merece lo que le ocurre” (p.50).
Sin embargo las víctimas no son holgazanas, sino
todo lo contrario. A menudo son personas escrupulosas, dedicadas a su trabajo,
perfeccionistas, que desean ser impecables. En cierto modo se utiliza un
proceso semejante al de la profecía que se cumple a sí misma:
·
“Cuando el proceso de acoso se
instaura, la víctima es estigmatizada: se dice que el trato con ella es
difícil, que tiene mal carácter, o que está loca. Se considera que su
personalidad es la responsable de las consecuencias del conflicto, y
la gente se olvida de cómo era antes o de cómo es
en otro contexto
·
. Una vez que a la víctima se la
saca de sus casillas, no es extraño que se convierta en lo que pretenden
convertirla. Una persona acosada no puede rendir al máximo de sus
posibilidades. Presta menos atención, se muestra ineficaz y da pie a que se
critique la calidad de su trabajo. Llegados a este punto a los compañeros les
resulta fácil separarse de ella, dada su incompetencia o su falta de
profesionalidad” (p.51).
Las causas pueden ser diversas. Los grupos soportan
mal la diferencia: A veces el acoso es suscitado por un sentimiento de envidia
respecto de alguien que posee algo que los demás no poseen, o bien entre
compañeros por enemistades personales, o como forma de competencia en la que un
protagonista intenta destacar a costa del otro.
Entre individuos rivales es legítima una lucha por
el poder, pero siempre que se trate de una competición en la que todos tengan
su oportunidad.
Resulta clarividente la exposición de
Hirigoyen sobre las maniobras perversas de confabulación:
·
“Cuando un individuo perverso
entra en un grupo, tiende a reunir a su alrededor a sus miembros más dóciles
con la idea de seducirlos. Si un individuo se niega a alistarse, el grupo lo
rechaza y lo convierte en chivo expiatorio. De este modo, entre los miembros
del grupo, se crea una relación social en torno a la crítica común de la
persona aislada, y en torno a los cotilleos y los chismes. En este punto, el
grupo ya se halla bajo la influencia del perverso e imita su cinismo y su falta
de respeto. No se puede decir que estos individuos hayan perdido todo su
sentido moral, pero, al depender de una persona sin escrúpulos, han perdido
todo su sentido crítico.
·
Stanley Milgram, un psicólogo
social norteamericano, estudió, entre 1950 y 1963, el fenómeno del sometimiento
a la autoridad. Su método era el siguiente: 'Una persona acude a un laboratorio
de psicología en donde se le ruega que ejecute una serie de acciones que van a
entrar progresivamente en conflicto con su conciencia. La cuestión estriba en
saber hasta qué punto preciso seguirá las instrucciones del experimentador
antes de negarse a ejecutar unas acciones determinadas'. En su conclusión,
establece que 'personas normales, carentes de toda hostilidad, pueden
convertirse, cuando trabajan, en agentes de un proceso atroz de destrucción'.
Christophe Dejours, que habla de la trivialización social del mal, ratifica
esta observación. Efectivamente, hay individuos que necesitan una autoridad
superior para alcanzar un cierto equilibrio. Los perversos utilizan esta
docilidad en su propio beneficio, y la usan también para hacer sufrir a los
demás.
·
El objetivo de un individuo
perverso es acceder al poder o mantenerse en él -para lo cual utiliza cualquier
medio-, o bien ocultar su propia incompetencia. Para ello necesita
desembarazarse de todo aquel que pueda significar un obstáculo para su
ascensión, y de todo aquel que pueda ver con demasiada lucidez sus modos de
obrar” (p.63).
Inicio y retroalimentación del perverso
proceso de Confabulación Grupal
Se hace necesario distinguir el acoso de los
conflictos que surgen en cualquier grupo.
Dentro de cualquier grupo, es habitual que se dé
una manifestación de conflictos. Un comentario hiriente en un momento de
nervios o de malhumor no es significativo, sobre todo si a continuación se
piden disculpas.
Pero es la repetición de las vejaciones, de las
humillación, sin que se haga el menor esfuerzo por matizarlas, lo que
constituye el fenómeno destructor.
En un primer momento, las personas afectadas no
quieren ofenderse y se toman a la ligera las primeras puyas y vejaciones. Luego
los ataques se multiplican y la víctima se ve acorralada repetidamente, en
situación de inferioridad, sometida a maniobras hostiles y degradantes durante
mucho tiempo.
Debido a todas estas agresiones la víctima no
se derrumba inmediatamente pero va perdiendo una parte de sí misma. Cada
tarde vuelve a casa sintiéndose usada, humillada, degradada.
Cuesta mucho recuperarse.
Cuando surge el acoso, es como una máquina que se
pone en marcha y puede machacarlo todo. El grupo tarda en reconocer un fenómeno
que causa espanto, porque es inhumano, sin estado de ánimo y sin piedad.
El entorno profesional, por cobardía, por egoísmo o
por temor, prefiere mantenerse al margen. Una vez puesto en marcha este tipo de
interacción asimétrica y destructora, no hará más que ampliarse a menos que un
elemento externo intervenga con energía con el propósito de introducir cambios
en el sentido de la trayectoria.
No caben dudas que una situación de violencia
perversa suele anestesiar a la víctima, la cual no mostrará entonces más que lo
peor de sí misma.
Se trata de un fenómeno circular. De nada sirve en
ese caso tratar de averiguar quién ha provocado el conflicto. Incluso se
llegan a olvidar las razones del conflicto, o cómo era la víctima antes
de iniciarse la espiral destructiva:
El agresor alimenta comportamientos deliberados
encaminados a provocar ansiedad en la víctima, lo que genera en ella una
actitud defensiva, a su vez generadora de nuevas agresiones.
Tras un determinado periodo de evolución del
conflicto, se ponen en marcha fenómenos de fobia recíproca: la visión de la
persona odiada desencadena una rabia fría en el agresor, la visión del
perseguidor provoca en la víctima una reacción de temor. Es un reflejo
condicionado agresivo o defensivo.
El temor desencadena en la víctima comportamientos
patológicos que servirán de disculpa para justificar retroactivamente la
agresión. Muchas veces la víctima reacciona de manera vehemente y confusa.
Cualquier medida que tome, cualquier cosa que haga
servirá para que sus perseguidores la vuelvan en su contra.
Después de todo, el objetivo de la maniobra
perversa es dejarla desconcertada, inducirla a la confusión total y a cometer
equivocaciones.
Distinguiendo entre acoso velado y conflicto
evidente:
Según lo describe Hirigoyen es preciso no
confundir al acoso con el estrés, o con los conflictos que suelen surgir entre
las personas.
Lo que distingue el acoso moral del conflicto es el
carácter no explicitado del primero.
-¿Acoso grupal o estrés por sobrecarga?
Tal como describe Hirigoyen, en el estrés, al
contrario de lo que sucede con el acoso, no hay intencionalidad malévola.
No hay que confundir exigencias laborales para
optimizar la eficiencia laboral de todo el grupo, del acoso moral que se dirige
sobre una persona en particular.
La gestión con estrés a veces genera consecuencias
desastrosas para la salud. En cambio, ya hemos visto cómo el acoso moral se
dirige específicamente a una persona. Esta violencia no es útil ni a la
organización ni a la buena marcha de la empresa y, en último término, produce
el resultado contrario.
Conflictos
Conviene igualmente distinguir el acoso insidioso
de un conflicto en el que se manifiestan los reproches (en cierto modo, se ha
declarado la guerra).
Hirigoyen sostiene repetidamente que si hay acoso
moral, es precisamente porque no ha conseguido brotar ningún conflicto,
quedando velado y sin explicitar.
Hirigoyen también señala que es preciso
igualmente distinguir el acoso moral de:
- el maltrato por parte de la dirección
- Malas condiciones de trabajo
- Mala gestión de las personas
Según Hirigoyen el acoso moral encuentra su
caldo de cultivo en empresas desorganizadas, mal estructuradas o deprimidas, o
empresas indulgentes que cierran los ojos ante tales conflictos, o bien los
promueven al definir mal las funciones, tener un clima de organización
inestable, o falta de consensos imprescindibles.
Hirigoyen considera que, aunque el acoso en
el ámbito laboral sea un fenómeno tan viejo como el mismo trabajo, sólo a a
partir de la década de los noventa se ha comenzado a identificarlo como un
fenómeno que destruye el ambiente de trabajo, disminuye la productividad y
favorece el ausentismo por desgaste psicologico.
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