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domingo, 29 de julio de 2018

Ramon y Cajal II - El Camino del descubrimiento


            Autorretrato de Ramón y Cajal cuando era estudiante de Medicina en Zaragoza. Año 1876


Hola amigos
En esta segunda entrega de la serie sobre Ramón y Cajal he decidido compartir con ustedes algunas escenas del excelente documental sobre la vida del médico e investigador que fuera realizado por la Televisión Española en 1982.
Los nueve capítulos de la serie están disponibles en la página web de la TVE. Sin embargo, agradecemos la oportunidad de ofrecer algunos fragmentos significativos de la serie que muestran las condiciones del laboratorio emplazado en su propio hogar,  y describen el momento del descubrimiento. El Laboratorio de Ramón y Cajal con sus elementos en perfecto estado de conservación se encuentra abierto al público que quiera recorrerlo.  
Las imágenes del documental cajalino también logran plasmar la decisión crucial de literalmente de la mano a los investigadores más prestigiosos de su tiempo a ver por sí mismos en el Congreso de Berlín de 1889 los preparados citológicos que cambiaron el curso de la Historia
También incluí otro fragmento del documental donde defiende la validez de su descubrimiento cuando el paradigma vigente en neurología era diferente.
El autorretrato de 1876 que encabeza esta entrada, realizado cuando las técnicas de imagen estaban en desarrollo, nos revelan a Cajal en una composición absolutamente moderna. 
Sin sus conocimientos previos de Arte, Pintura y Fotografía jamás hubiera podido desarrollar los preparados histológicos que cambiaron la Historia de la Medicina..

Espero sinceramente que disfruten los fragmentos de la serie española de 1982, a quienes agradecemos la gentileza de poder difundirlos y  se ofrecen a continuación:

1 "¿Dónde está la red, (según la teoría reticular) que no la veo? "



 2 Instante del descubrimiento (1888)Las neuronas son individuales


                                     
  3 Defiende el fin del reticularismo, o teoría reticular





                                                  4 Congreso de Berlín de 1889



Hasta la próxima amigos!!!

sábado, 28 de julio de 2018

La deconstrucción y sus frecuentes malentendidos, según Jaques Derrida


Hola amigos.
En esta ocasión me pareció adecuado invitar al blog un artículo del filósofo francés Jacques Derrida publicado por Le Monde en 2004, a pocos días después de su muerte acaecida el 8 de octubre del mismo año.
En este artículo el filósofo procura defender los alcances del término Deconstrucción, que tantos malentendidos ha originado como su autor aclara aquí. Para empezar, nunca quiso proponerlo como un método, ni tiene reglas fijas.
Para definir el uso del término hay que contextualizarlo con otro. “logocentrismo”, definido en De la gramatología (1971: 7) como “etnocentrismo más original”, que "desde hace veinte siglos viene literalmente desplazando todo lo referido al lenguaje natural bajo el nombre de escritura." 
El filósofo se sirve del concepto para discutir los procesos históricos conducentes a toda una “metafísica de la escritura”, como aquel proceso racional derivado del ejercicio de la lectura, que deviene en la fetichización del signo escrito y el subsiguiente desplazamiento del carácter subjetivo de toda voz humana.
Es decir, ya desde las primeras páginas de su obra fundamental, Derrida establece una diferencia entre Oralidad (que aquí es referida como “lenguaje natural”) y la Escritura mediante signos que devienen en fetiches.
Esta confusión sobre los alcances de un término para recuperar el sentido oral y subjetivo de la comunicación humana, que no obstante resulta aplicado sobre los textos escritos, es criticada aquí por su autor.
La confusión sobre si acaso tal deconstrucción (un separar los elementos fundamentales para generar una mirada diferente sobre las cosas) merece aplicarse sobre las estructuras cerrada del lenguaje escrito, quizás pueda aclararse teniendo en cuenta que la Oralidad (o lenguaje natural según Derrida) precedió a la Escritura durante miles y miles de años. Sin embargo, la introducción de la Escritura, como sabemos, marcó una divisoria de aguas entre la Historia y la Pre-historia, introduciendo así un modo de ver las cosas que es definido por el filósofo como una suerte de Etnocentrismo de la palabra escrita.
Esta idea respecto de una deconstrucción que “se sale de la historia” para volver a las fuentes orales de la filosofía está presente en este artículo.

Espero que lo disfruten, así como de las imágenes escogidas para acompañarlo.

Elegí estas imágenes porque, si hubo un ámbito donde el término Deconstrucción resultó fructífero fue en Artes plásticas. Acompaño el artículo de Derrida publicado en Le Monde con una serie de imágenes donde Malena Valcárcel y Damián Ortega parten de textos impresos como material para reflexionar sobre aspectos cotidianos de la Vida que exceden toda escritura.



¿Qué es la deconstrucción?   Por Jacques Derrida

Hay que entender este término, “deconstrucción”, no en el sentido de disolver o de destruir, sino en el de analizar las estructuras sedimentadas que forman el elemento discursivo, la discursividad filosófica en la que pensamos. Este analizar pasa por la lengua, por la cultura occidental, por el conjunto de lo que define nuestra pertenencia a esta historia de la filosofía.
La palabra “deconstrucción” existía ya en francés, pero su uso era muy raro. A mí me sirvió en primer lugar para traducir un par de palabras: la primera que viene de Heidegger, quien hablaba de “destrucción”, la segunda que viene de Freud, quien hablaba de “disociación”. Pero muy pronto, naturalmente, intenté señalar de qué modo, bajo la misma palabra, aquello que llamé deconstrucción no se trataba simplemente de algo heideggeriano ni freudiano. He consagrado no obstante bastantes de mis trabajos para marcar una cierta deuda tanto con Freud como con Heidegger, y al mismo tiempo una cierta reflexión sobre aquello que llamé deconstrucción.
Es por esto que soy incapaz de explicar lo que es la deconstrucción, para mí, sin recontextualizar las cosas. Fue en el momento en que el estructuralismo era dominante cuando yo me comprometí en mis tareas, y con esa palabra.
La deconstrucción se trataba también de una toma de posición con respecto del estructuralismo. Por otro lado, fue en el momento en que las ciencias del lenguaje, la referencia a la lingüística y el “todo es lenguaje” eran dominantes.
Es aquí, hablo de los años 60, que la deconstrucción comenzó a constituirse como… no diría antiestructuralista, sino, en todo caso, desmarcada con respecto del estructuralismo, y protestando contra dicha autoridad del lenguaje.

Es por esto que siempre me he sorprendido y a la vez irritado ante la asimiliación tan frecuente de la deconstrucción a ¿cómo decirlo? un “omnilingüistismo”, a un “panlingüistismo”, un “pantextualismo”.
La deconstrucción emerge de lo contrario.
Yo comencé protestando contra la autoridad de la linguística y del lenguaje y del logocentrismo.
Siendo que para mí todo comenzó, y ha continuado, por una protesta contra la referencia lingüística, contra la autoridad del lenguaje, contra el “logocentrismo” palabra que he repetido y recalcado, ¿Cómo puede ser entonces, que se acuse tan a menudo a la deconstrucción de ser un pensamiento para el que sólo hay lenguaje, texto, en un sentido estrecho, y no realidad? 
Es un contrasentido incorregible, aparentemente.

Yo no he renunciado a la palabra “deconstrucción”, porque implica la necesidad de la memoria, de la reconexión, del recuerdo de la historia de la filosofía en la que nosotros nos ubicamos, y no obstante, pensar en salir de dicha historia.
Por otro lado, lleve a cabo ya muy temprano la distinción entre la clausura y el fin. Se trata de marcar la clausura de la historia, no de la metafísica globalmente — nunca he creído que haya una metafísica; esto también, es un prejuicio corriente. La idea de que haya una metafísica es un prejuicio metafísico. Hay una historia y unas rupturas en esta metafísica. Hablar de su clausura no conduce a decir que la metafísica haya terminado.
Así entonces, la deconstrucción, la experiencia deconstructiva, se coloca entre la clausura y el fin, se coloca en la reafirmación de lo filosófico, pero como apertura de una cuestión sobre la filosofía misma. Desde este punto de vista, la deconstrucción no es simplemente una filosofía, ni un conjunto de tesis, ni siquiera la pregunta sobre el Ser, en el sentido heideggeriano. De cierta manera, no es nada. No puede ser una disciplina o un método. A menudo se la presenta como un método, o se la transforma en un método, con un conjunto de reglas, de procedimientos que se pueden enseñar, etc.
No es una técnica, con sus normas y procedimientos. Desde luego pueden existir regularidades en las formas en que se colocan cierto tipo de cuestiones de estilo deconstructivo. Desde este punto de vista, creo que esto puede dar lugar a una enseñanza, tener efectos de disciplina, etc.
Pero en su principio mismo, la deconstrucción no es un método. Yo mismo he intentado interrogarme sobre aquello que puede ser un método, en el sentido griego o cartesiano, en el sentido hegeliano. Pero la deconstrucción no es una metodología, es decir, la aplicación de reglas.
Si yo quisiera dar una descripción económica, elíptica, de la deconstrucción, diría que es un pensamiento del origen y de los límites de la pregunta “¿qué es…?”, la pregunta que domina toda la historia de la filosofía. Cada vez que se intenta pensar la posibilidad del “¿qué es…?”, plantear una pregunta sobre esta forma de pregunta, o de interrogarse sobre la necesidad de este lenguaje en una cierta lengua, una cierta tradición, etc., lo que se hace en ese momento sólo se presta hasta un cierto punto a la cuestión “¿qué es?”
 Y esto es la diferencia de la deconstrucción. Ésta es, en efecto, una interrogación sobre todo lo que es más que una interrogación.
Es por ello que vacilo todo el tiempo en servirme de esta palabra. Lleva consigo sobre todo aquello que la pregunta “¿qué es?” ha dirigido al interior de la historia de Occidente y de la filosofía occidental, es decir, prácticamente todo, desde Platón hasta Heidegger.
Desde este punto de vista, en efecto, uno ya no tiene absolutamente el derecho a exigirle responder a la pregunta “¿qué eres?” o “¿qué es eso?” bajo una forma corriente.
Jacques Derrida

(Le Monde, 12 de octubre de 2004)

Nota del blog: Las letras cursivas son personales, no están en el artículo original.