Hola amigos.
Hoy nos ocuparemos de la escritora norteamericana Nora Jemisin,
ganadora de la tensa edición de los premios estadounidenses Hugo de ciencia-ficción 2016.
¿Fueron unos tontos los negros que dócilmente cedían sus asientos
a los blancos, y junto con ellos todos sus derechos, hasta que una agotada
empleada doméstica dijo basta?
¿Son unos retrasados cognitivos quienes aceptan un trabajo en
tiempo de crisis por un salario que apenas cubre sus necesidades básicas?
¿Fueron débiles mentales quienes siguieron la costumbre instalada
por décadas de mirar sumisamente al suelo al recibir órdenes de un atroz
capataz?
Son estas mismas preguntas las que trata de abordar la escritura
de Nora Jemisin, y lo novedoso es que lo haga utilizando el formato de la
denominada Ciencia-ficción, o como ella define, Ficción-épica.
En un mundo que cuenta con claros antecedentes de rebeliones
exitosas contra el status quo, las
mismas que fueran reprimidas utilizando variados mecanismos de opresión y violencia
en manos de los poderosos de siempre, y donde a los rebeldes no les quedó otra
opción que adaptarse a condiciones absolutamente injustas para conservar la
vida, las novelas de Jesimin emergieron desde la necesidad de identificación
con un cambio superador, llevado a cabo por individuos discriminados que se
unen con un objetivo.
El hecho que hayan sido tres mujeres las protagonistas de su
novela premiada, no es casualidad. Si hay un colectivo doblemente victimizado
por las políticas de represión y violencia, es el que integra nuestro género.
Sin embargo, que su novela haya logrado imponerse en los Estados
Unidos, en medio de la puja con novelas “conservadoras, racistas y derechistas
además de malas” nos remite a un ámbito editorial local que puja y aún se
resiste a los cambios atroces que están haciendo retroceder a los Estados Unidos
a sus peores épocas.
El robo
infame de Papel Prensa
Lamentablemente, no podemos sostener lo mismo aquí en Argentina,
donde los popes editoriales han llegado a donde están a fuerza de sostener
intereses con la empresa monopólica que fabrica y distribuye un insumo tan
elemental como el papel para imprimir.
Quizás muchos de ustedes desconozcan que tal monopolio fue
otorgado durante la dictadura militar argentina para sellar tanto un pacto de
silencio con los diarios de mayor tirada del país, así como para garantizar al
poder militar cierto tono en la opinión pública conducente al sostenimiento de
políticas fuertemente cuestionadas por la legislación internacional.
Hacia 1969 se había fundado la empresa Papel Prensa, para resolver el
problema de la importación de papel. En 1975, un grupo empresario comenzó a
adquirir acciones de Papel Prensa, y para agosto de 1976 el grupo Graiver tenía
el control absoluto. Sin embargo, David Graiver murió en un dudoso accidente de
avión el 7 de agosto de 1976, mientras viajaba de Estados Unidos a México. En
medio de aquel drama familiar, Lidia Papaleo, viuda de Graiver, pidió una
reunión con Videla para esclarecer lo sucedido, pero se la negaron. Los
genocidas tenían otros planes.
Papel Prensa era un
objetivo central tanto para la Junta Militar como para los diarios. Para los
militares, significaba usarla como prenda de cambio para el silenciamiento de
sus crímenes. Para los diarios, obtener el preciado monopolio de su insumo
básico.
Entre la muerte de
Graiver y el robo de Papel Prensa hubo un perverso juego de pinzas orquestado
entre los diarios y los militares. Los medios comandaron una feroz campaña difamatoria contra Graiver y sus negocios. Mientras tanto, allegados del gobierno
militar atormentaban a la familia para que vendiera la empresa Papel
Prensa a Clarín, La Nación y La Razón, insistiendo que era lo que les convenía
hacer si querían sobrevivir, y que no estaban en condiciones de hacer otra
cosa.
El día que comenzaron
las tratativas para la cesión de acciones, la viuda de Graiver aún mantenía
dudas respecto de si era lo correcto firmar en dudosas condiciones. Sin
embargo, años después diría que jamás olvidaría la mirada de profundo desprecio
ni el tono amenazante en la advertencia de Héctor Magnetto, (del diario Clarín)
ya que percibió que hablaba en serio respecto del peligro que corría su vida, cuando
le dijo que “firmara para conservar la vida de su hija y la suya también”. Sin embargo, firmar no impidió que después Lidia Papaleo fuera torturada con picana
eléctrica en los infames centros de detención de los que la sacaban para seguir firmando papeles. Quizás muchos desconozcan también que, además del probado robo de bebés, la desaparición forzada de
personas, también fue la ocasión para comenzar a hacerse de escrituras de
propiedades, de empresas y otros objetos valiosos de individuos que poco
tenían que ver con los clandestinos movimientos revolucionarios. En el caso del dudoso traspaso de acciones de la viuda de Graiver a los diarios locales, y a pesar que fue reconocido por un juez (uno
solo y luego de varias décadas) que la cesión de acciones constituyó un crimen imprescriptible
de lesa humanidad en un marco de tortura, los empresarios beneficiados y
responsables de lo que sucedió continúan impunes y prosperando.
Inauguración formal de papel Prensa en manos de sus nuevos dueños,
28 de septiembre de 1978
Los burócratas infames también lograron impedir durante el gobierno anterior, que la justicia hiciera
efectiva la ley de Medios largamente discutida que limitaba su acción
monopólica. Desde su lugar privilegiado como distribuidor del papel, y con el monopolio virtual de la información, han presionado
sobre pequeños diarios locales del país hasta hacer desaparecer literalmente
toda voz disidente. Lo mismo hicieron como dueños de la TV por cable, presionando económicamente y eliminando una tras otra todas las pequeñas emisoras provinciales. Una vez
asumido Macri, no solo borraron de un plumazo la Ley de medios, sino que el
Gobierno actual aumentó la influencia del Grupo al cederle de manera inaudita
gran parte del control del espacio satelital donde viajan nuestros mensajes
virtuales. El que una oficina del Grupo Clarín ocupe el mismo edificio donde
funcionan oficinas del buitre Paul Singer en Estados Unidos, quizás resulte
solo un detalle más en esta trama sostenida con nudos tan perversos.
Volviendo al tema
que inició esta digresión, no extraña entonces que el obsceno pulpo clarín también
controle editoriales y cadenas de librerías, razón por la que les resulta muy difícil
a los pequeños empresarios mantenerse en pie, y se encuentren atravesando la
peor crisis editorial en muchos años.
Por las razones
señaladas, si el premio Hugo se hubiera realizado en Argentina, estamos en
condiciones de inferir que Jemisin jamás lo hubiera obtenido.
Concluimos recordando sus términos de ficción utópica, a modo de
resistencia colectiva:
“Tenemos a Donald Trump y como presidente es
terrible… Espero que la gente se dé cuenta de que lo que quieren esos
republicanos reaccionarios derechistas y neonazis y diga que no, que
eso no es lo que quieren.”
“Y esto está empezando a pasar.”
También en la Argentina.
También en la Argentina.
Ver entrevista a Nora Jemisin en:
Hasta la próxima amigos!
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