Tercer Registro de
Campo
Palabras introductorias
El relato que sigue incluye unas reflexiones metodológicas
insertadas sobre el relato
original, motivadas por el
ejercicio de relectura del mismo varios
años después de su realización.
Junto con la necesidad de volcar estas reflexiones, me vienen
a la mente las recomendaciones de una de las profesoras a cargo de los masivos
teórico-prácticos de la Cátedra. Hace falta mucha relectura y reescritura de
los registros sumado a darse el tiempo
necesario para hacerlo y lograr así identificar claramente el modo en que los grupos
construyen su identidad mediante las particularidades de relaciones
dadas al interior y entre los grupos observados.
Varios años después, pude corroborar que tenía razón y es el
motivo que me impulsó a completar algunos datos faltantes y dejar otros pendientes para compartirlos más
adelante.
Registro de Campo N°3
Situaciones Registradas
Observar
entrenamiento de perros y caballos para
terapia
Observar y
participar en rutinas de cuidado de animales
Duración: Quince horas
Cambiar de Caballo a mitad del río
Concluido el intento para relevar
datos en el ámbito del Zoológico, tuve que buscar un nuevo referente empírico
que me permitiera continuar con la
propuesta inicial, con todos los inconvenientes que implicaba a mitad de la
cursada.
Como mis intereses giraban en torno a los efectos diferenciados sobre
individuos derivados del trato interactivo con animales, mi primer paso consistió
en navegar por Internet para conocer otras instituciones que se valgan de
animales como ayuda en diferentes terapias, entre las más conocidas que se
cuentan está la Equinoterapia, o terapia ayudada por caballos.
Entre los requisitos que la institución elegida tenía que satisfacer se
encontraba el factor de la distancia razonable, cosa para sostener las visitas
en el tiempo que me quedaba hasta fin de año. No cuento con medio de movilidad
propio aparte de mi bicicleta, y varias de estas instituciones se encuentran a
considerable distancia de mi casa y las rutas conocidas. Sin embargo, debo
reconocer que también abordé la búsqueda web con cierto requemor de solo pensar en justificar nuevamente mis
intenciones reales ante un desconfiado y cerrado grupo terapéutico.
Después de una ardua búsqueda descubrí una institución a la que podía acceder fácilmente mediante
los medios de transporte público. Se trataba de una institución que ofrece
Equinoterapia para rehabilitación de diferentes patologías, pero sinceramente
no estaba dispuesta a seguir perdiendo tiempo tratando de conseguir un permiso
que difícilmente iba a conseguir. Además, los plazos de la Cátedra para
entregar los registros a tiempo se mantenían sobre mi cabeza como la espada de
Damocles.
Por fortuna descubrí que en esta misma institución, los días lunes ofrecían clases de
Equitación debido a que era el día de descanso para los tratamientos de
Equinoterapia. Pero además y tal como
supe después, a los caballos hay que cuidarlos y entrenarlos todo el tiempo,
así que se aprovecha el espacio institucional para entrenar y ejercitar los animales
que posteriormente serán utilizados en la Equinoterapia, y hacia el
anochecer el mismo avezado entrenador ofrecía un curso para entrenar perros domésticos.
El entrenamiento en Equitación de
carácter público y al que se accede pagando la entrada correspondiente se encontraba vinculado con mi tema general y
me permitía un ingreso para observar las actividades sin tantas complicaciones.
Fue así que caí en la cuenta que no se me había ocurrido pensar en este grupo
de personas
especializadas en entrenamiento animal.
Con el fin de tantear el terreno, decidí acercarme al lugar durante la
tarde, en el horario que se dedican a entrenar perros domésticos. Con todos mis
temores a cuestas me dirigí a las dependencias dedicadas a tal fin.
Aprender a no meter la pata
Si bien la página de internet informaba la dirección de la institución, de
la que me fijé en mi vieja guía de planos (En esos años no se contaba con el
masivo GPS), una vez arribada en la zona me dí cuenta que imprudentemente no
había anotado la dirección exacta.
Me vi obligada a dar varias vueltas en el lugar, preguntar a personas que
caminaban circunstancialmente sobre el sitio, hasta que dí con un portón de
hierro que conducía a una callejuela con ripio en cuyo lateral izquierdo se
asomaban los muros y las ventanas del lugar.
Hacia el final de la calle se extendía una pequeña rampa de metal co su
correspoondiente baranda que conduce a
una antigua puerta de hierro de doble hoja, vidrios translúcidos y un altísimo
umbral. Al costado de la puerta un único y discreto cartel de madera con el
perfil de un caballo rezaba “Equinoterapia”
Respiré hondo y entré.
La puerta de hierro permite el acceso a un espacio alargado que parece una
especie de bar, con una pequeña mesada y cocina al costado derecho. A la
izquierda, una pequeña heladera de puertas transparentes pone a disposición del
público diferentes bebidas gaseosas.
El sitio está vacío aunque con las luces prendidas. Me llama la atención
un armazón de caño de hierro doblado, que simula un caballito estilizado.Sobre
su lomo,una montura con las siglas de la institución.
Una enorme cartelera de dos metros por uno uno y medio sobre el costado
izquierdo a la puerta de ingreso, reúne una serie de fotos de diferentes etapas
del lugar. Grupos de fotos históricas, del momento que se adecuó la antigua
edificación para su apertura con fines de equinoterapia. Posteriormente me
enteré que eso ocurrió en el año 1977, en una época en que la terapia con
animales no tenía la difusión que tiene ahora, y lo que convierte a su fundador
en todo un referente sobre el tema. Completaban la galería de fotos imágenes de
diferentes convenciones, fotos de los chicos haciendo terapia, así como afiches
que anuncian una próxima jornada sobre “Patologías del tubo neural” a
realizarse en otro lugar.
Sobre una de las paredes, una serie de estantes acomodan varios cascos de
equitación de diversos tamaños.
Distribuidas en el espacio iluminado pero inhabitado, varias sillas y
mesas de madera.
Sobre una de las paredes posteriores, una pequeña puerta de madera conduce
a un espacio también pequeño de juegos terapéuticos, muñecos inflables, pelotas
de diversos tamaños y dibujos infantiles en paredes con grandes y enormes
ventanales. Este espacio para juegos también se encuentra vacío.
Continúo caminando hacia el fondo en este espacio que parece habitado solo
por mis propios fantasmas hasta que me llegan ecos de voces a medida que sigo
avanzando, por lo que continúo caminando hacia el fondo hasta encontrar un
grupo pequeño de personas con sus perros
y reunidas en ronda, siguiendo las
intrucciones de un individuo de unos sesenta años y contextura mediana.
Mascotas aprendiendo
Me quedo parada de lejos, para no interrumpir (se me había hecho bastante
tarde dando muchas vueltas antes de encontrar el lugar). Mientras tanto,
observo no solo cómo el entrenador da sus indicaciones, sino cómo responden las
mascotas y sus dueños.
Entre los participantes hay un jovencito de unos catorce años con un
enorme Golden Retriver que no deja de observar a su amo ni por un momento, y
obedece.
Un señor mayor en cambio, trata de mantener
sujeta a una ovejera bastante inquieta.
Una joven con un “puro perro” que parece contar con muchos años, sin
embargo ( y fue lo que me llamó la atención) aprende y sigue las órdenes igual
o mejor que los otros.
Luego de estar un rato de pie en el umbral, pretendo acercarme a unas
personas que estaban sentadas observando y obviamente forman parte del grupo.
Digo que pretendo porque el entrenador me dirige una mirada y un gesto firme
con la mano, al que sigue “Espere allí. Estoy con los perros.” Permanezco
parada donde estoy e inmediatamente dio permiso para un descanso y
“para que los animales salgan a hacer pipí”
Aproveché el intervalo para acercarme y presentarme ante el entrenador y
además de disculparme por interrumpir su
clase. le explico el propósito de mi visita. Trato de explicarle que estoy
haciendo un trabajo para la facultad, que me gustaría observar las actividades
de entrenamiento de caballos que hace los lunes, que estudio antropología y me
gustaría entrevistarlo. Pero parece confundir el trabajo antropológico con
el periodístico.
Tengo que admitir que tampoco me
esfuerzo mucho por aclararle las particularidades del abordaje antropológico
durante el descanso. Creo que todavía
estaba procesando la confabulación grupal
que había sufrido pocos días antes, donde no importó cuánto me esforzara
por aclarar los objetivos de mi trabajo.
Arrastraba la sensación que sería inútil
y que lo mejor era tratar de conocer el lugar e interactuar con los presentes.
Solo después vería el modo de comprender
el “juego social particular” de este ámbito, uno de los aspectos a describir dentro del abordaje
etnometodológico recomendado por la cátedra para las prácticas antropológicas.
Luego de hablar con el entrenador, se me acerca Adriana para presentarse
amistosamente una bióloga que trabaja en el Muñiz, quien desde su propia experiencia imagina que estoy
allí por amor a las mascotas. Me dice que se equivocó de vocación.”Me hubiera
encantado ser veterinaria, por eso vengo aquí, para estar en contacto con los animales.”
También conozco a Teresa. Parece colaborar con el entrenador.
Otra adulta jóven, Verónica, habla poco, observa. Después la vi cancelando
con Teresa la primera clase y confirmando que vndrá la semana que viene.
Mientras se reanuda la segunda parte del entrenamiento, Adriana me invita
al mini bar de la entrada y me ofrece un café express (Después me enteré que
trae las cafeteras de su casa) Me comenta que asiste a las clases de equitación desde hace aproximadamente un
año y aunque no tiene mascotas para entrenar, parece
disfrutar de simplemente quedarse para observar
los entrenamientos y conversar con el grupo. Con respecto a lo que opina del entrenador, me dice que es el mejor del país.
Que tiene vastísima experiencia. “Tenés que venir” concluyó.
El Entrenador
Una vez terminada la clase algunos
alumnos se retiran pero otros se quedan a conversar en el mini bar, donde se
arma una amigable ronda de conversación que parece ser habitual luego del
entrenamiento. En ese ambiente agradable me dispongo a conversar con el entrenador, en
medio de todos los presentes, y luego de haberle anticipado el motivo de mi
presencia, me animo a sacar la libreta de notas.
Me cuenta (en los dos sentidos
semánticos: cuenta no solo con el sentido del relatar, sino en el sentido inclusivo de quien repite algo
conocido por todos pero desconocido para mí) que aprendió el oficio de su padre, militar y
entrenador de perros para la Policía Federal,
así como de caballos para el Ejército en Campo de Mayo.
Cuenta, con voz firme y pausada, que
allí mismo en Campo de Mayo se encuentra una estatua del perro Halcón, muy
querido por las Fuerzas y que fuera entrenado por su padre. Mientras tanto,
surgen comentarios por parte del grupo sobre
los perros que acaban de recibir su entrenamiento.
Comento (en palabras dirigidas al entrenador pero también para todos) que
me llamó la atención que un “perro con canas” pueda responder tan bien a las
órdenes que aprende. Expresé un supuesto personal, y creo que de mucha gente,
que solo pueden ser entrenados los perros jóvenes.
El grupo comenta que Patán -así se llamaba- está aprendiendo muy bien. “En realidad no hay
un límite para que los perros puedan aprender. Lo que sí y por otra parte
insisto siempre es que los perros deberían estar con su madre por lo menos
hasta los tres meses, para que les enseñe muchas cosas. Lo usual es que los
entreguen a los 45 días, pero me parece una barbaridad. En algunos criaderos para sacarse a los
perros de encima los están entregando a los 20 días, que definitivamente es un
disparate pues no pueden desarrollarse igual que si pasan un buen tiempo con su
mamá”
Alguien pregunta si Patán fue encontrado en la calle.”No lo sé,lo que sí
puedo afirmar es que la pasó bastante
mal. Luego de observar un animal por un rato puedo decirle si fue golpeado, si
recibió escobazos, si se peleó con otros perros…”
Otra persona contrasta a Patán con la ovejera, cuyo dueño todavía
permanece en la ronda. “Si, es una perra que va a costar mucho entrenarla…pero
es por el dueño” Todos ríen. Alguien me comenta que el dueño es cuñado del
entrenador, lo que explica esta pequeña
broma familiar.
Cuando la reunión informal llegó a su fin, arreglé con el entrenador los
honorarios y quedé en comenzar a asistir la semana entrante.
El Picadero
El Picadero según la definición del
ámbito de la equitación es :“Lugar cubierto y cerrado que sirve para adiestrar
caballos e instruir jinetes”
La semana siguiente ingreso por la misma puerta por la que lo había hecho
la semana anterior solo que para continuar
el largo trecho hasta el ingreso del picadero, donde estaba sentado don
J. en una sillita, mientras tres caballos permanecen atados ordenadamente en
las columnas del centro del Picadero.
Este ámbito, de aproximadamente
cien metros de lado y treinta de alto
fue reconstruído en 1977. Las fotos de la Cartelera permiten observar el estado
inicial del predio: Paredes deslucidas,
vidrios de los abundantes ventiluces que rodean las paredes
completamente rotos bajo un techo que
estaba lejos de cubrir al contar
con unas pocas chapas de fibrocemento en
su lugar. La secuencia de fotos da cuenta de la restauración así como de la
fiesta inaugural de una actividad terapeutica vinculada con caballos
absolutamente novedosa en Argentina. Los ejercicios de equinoterapia realizados durante la semana que fueran iniciados por don J. actualmente se encuentran a cargo de sus
hijos, tambien Entrenadores.
Tales actividades terapéuticas se realizan durante la semana salvo los
lunes, distinción que emergió de mi búsqueda comparativa en Internet
descripta al inicio de este registro.
El día lunes se reservaba para las actividades del padre, donde se
alternan prácticas de equitación para todo interesado, al mismo tiempo que se
entrenan y acicalan los caballos utilizados en terapia durante la semana. Las actividades de
los lunes a cargo del padre son
completadas con el ofrecimiento de un curso aparte en horario vespertino para entrenamiento canino, descripto al inicio.
Afortunadamente, el abono de ingreso de los lunes permitía quedarme en el predio practicamente
todo el tiempo que quisiera, y observar los ejercicios de equitación, de
entrenamiento y acicalamiento equino, así como de escuchar los relatos de don J
durante las horas del almuerzo y la merienda de los que disfrutábamos todos los
presentes.
Aunque el pago de la entrada me hubiera
habilitado formalmente para participar de las prácticas de equitación,
me fui sintiendo más cómoda (y segura, para qué negarlo) manteniendo un lugar distante del aprendizaje de amazona. Me encontraba
más a gusto en un lugar circunscripto a la interacción con el grupo y el
cuidado con los animales. En mi interior decidí que lo más adecuado sería postergar las prácticas de equitación para
iniciarlas una vez concluídos mis informes de campo que debía entregar
regularmente hasta fin de año, y no generar confusiones respecto del propósito de mi estada en el lugar. [1]
Finalmente había encontrado un
ámbito con las características recomendadas por Althabe donde llevar a cabo las
practicas de etnometodología nos
beneficiara a ambas partes.
El enfoque etnometodológico de la
cátedra, uno entre muchos, resultaba muy apropiado para los practicantes de
antropología. Permite aprender a observar cómo se construyen y relacionan
grupos humanos, cómo se construye la identidad al interior de cada grupo y en
su relación con otros. Las observaciones se plasman en descripciones
etnográficas escritas desde las notas de
campo, descripción que incluye tanto el uso de diacríticos (usos y costumbres
que identifican a cada grupo) como de términos “nativos” que es un concepto
referido a aquellas palabras cuyo uso define
la pertenencia a un grupo particular.
También recuerdo
que si debía guiarme por los comentarios de pasillo de la facultad, la Etnometodología
era vista como un enfoque muy criticado por los estudiantes, críticas que se
extienden a la Cátedra de metodología de campo. En cierto modo concuerdo con
quienes sostienen que este enfoque, desde un recorte temporal sincrónico y
abocado a la descripción de cómo construyen
los grupos la mirada sobre sí y
con otros, representa solo un aspecto del análisis antropológico. Sin embargo y
una vez que han pasado varios años puedo
comentar desde mi experiencia personal que resulta el enfoque más adecuado para los
ejercicios iniciáticos de todo practicante. Tales ejercicios etnometodológicos, lejos de condicionar un
abordaje teórico particular para las
posteriores tesis de licenciatura, constituyen un paso necesario hacia
el logro de una mirada entrenada sobre las interacciones todo grupo que se presente como tal. En mi
caso, repito que hablo por mí, agradezco haber podido aprovechar la experiencia
que sin dudas dejó una huella valiosa e insustituible
Mi primera experiencia en el
lugar
Cuando llego al Picadero, observo que el entrenador está hablando con
Verónica y le ordena cepillar un caballo, algo que permite familiariarse con el
animal a montar.
A mí en cambio me ordena desatar
uno de los caballos y llevarlo de la soga para que camine un poco dando una vueltas
por el picadero.
No puedo disimular el temor que me produjo acercarme a un caballo tipo
percherón, enorme, temor que trataba de
superar mediante llevar a cabo el
ejercicio propuesto.
Lo peor de todo fue que el personaje que más se daba cuenta de lo que me
estaba pasando era el caballo mismo. El animal en cuestión se llamaba Póker, y
sin duda su inmutabilidad hace honor a
su nombre.
Póker se queda absolutamente
inmóvil, se resiste a dejarse conducir por
el predio.
Me encuentro en la otra esquina del amplio predio. El entrenador no deja
de gritarme indicaciones a las que acompaña con el gesto corporal: “Jale del
lado derecho hacia abajo”, indicación que trato de imitar con lo que el enorme
animal por fin da un par de pasos e inmediatamente se detiene para vaciar su enorme vejiga sobre la arena. No niego que me toma completamente por
sorpresa.
“Háblele, tranquilícelo” (¿Y quién me tranquiliza a mí?)
El entrenador me sigue indicando los diferentes gestos y sonidos que debo
emitir, pero nada, no tengo éxito. Luego de una eternidad de intentos, me doy
cuenta que sin importar cuán bien imite el gesto del entrenador y repita las
palabras mágicas, el caballo parece
haber captado el carácter de mis emociones más
básicas . Simplemente “me tomó el tiempo”.
Resulta bastante evidente que es mi primera experiencia con animales tan
enormes, que me falta seguridad para acercarme a los percherones y menos procurar subirme a alguno.
Resignada ante el fracaso, y con el propósito de que me familiarice con
los equinos, el Entrenador me presenta a quien está a cargo del cuidado diario
de los animales que se usan habitualmente para la terapia semanal, animales
obviamente bastante mansos y que no deberían aumentar mi temor.
“Acérquele un caballo para acicalar” le ordena. Lo sigo hasta las
caballerizas, ubicadas a unos pasos por fuera y detrás del Picadero.
Las Caballerizas
Las caballerizas se encontraban pocos metros detrás del picadero.
Levantadas con ladrillos, reunían una
serie de habitáculos enfrentados y
separados por un pequeño pasillo central con puerta de entrada y salida, y
umbral lo suficientemente alto y cómodo para que pasen los percherones.
El lugar para acicalar los caballos se encontraba al costado de las caballerizas, en una suerte
de galería techada, y también con
separadores para los animales.
El Cuidador me conduce hasta una yegua mansa ubicada en la galería,
también tipo percherón y pelaje blanco. Mientras me muestra cómo pasarle
el cardador me indica que debo hablarle al animal mientras
trabajo ( y aprovechar para tocarlo y hacerle algún mimo sobre el cuello en
particular)
Recuerdo que apenas me pasó el instrumento y comencé a tocarla, el animal
se dio vuelta porque percibió que
alguien desconocido la estaba tocando, y me miró curiosamente con
sus enormes ojos brillantes. Al cabo de unos minutos, el lomo que al principio aparecía
tenso comienza a cambiar de textura.
El Cuidador, de unos cuarenta años, evidentemente conoce su trabajo.
Aunque parece un individuo callado, está presto a responder mis inquietudes y
atender mi seguridad mientras efectúo las tareas.
Amablemente me ofrece algunas recomendaciones para tener en cuenta. Por
ejemplo, que debo mantener mis pies a medio metro de las patas (“para no ligar
un pisotón con los cascos”).
Ante una duda hago una
pregunta dirigida al Cuidador “Uy, tengo
que pasar del otro lado.¿Por dónde conviene dar la vuelta a un caballo, por
delante o por detrás?”. Me contesta no
el Cuidador, sino el Entrenador, quien se encontraba a pocos pasos observando
cómo me las arreglaba con mi nueva
tarea, y lo hace con una frase que remite a una vieja época militar:
“Los caballos por delante, los cañones por detrás:” Me largo a reir por el tono
en que lo dice.
En las caballerizas consigo enterarme, por suerta para mi herido amor propio, que
Póker, a pesar de presentar el aspecto de todo un caballo maduro, es un caballo
nuevo en le lugar, recién adquirido de
una Estancia. Acostumbrado a responder
unas pocas órdenes de sus cuidadores anteriores para dar inicio a una actividad
completamente diferente, Póker también requería un tiempo de entrenamiento
antes de comenzar a integrar el staff de animales listos para soportar el peso, los embates y el maltrato físico de
individuos con diferentes patologías neuronales.
Una vez que termino de acicalar en las caballerizas, el Entrenador me llama para advertirme que no
debo distraer demasiado al Cuidador con mi charla “Pues él está obligado a
contestarle por educación, pero se atrasa con las tareas”.
Aprovecho entonces para volver al Picadero
y observar cómo el Entrenador dirige a los caballos y proporciona
indicaciones en los ejercicios de equitación.
Me doy cuenta que Teresa es dueña de “Huesito”, un hermoso y elegante
ejemplar, de temperamento dócil y
amable,con pelaje conocido como “malacara” debido a su mancha de otro color en la frente. Al parecer Teresa mantiene a su
caballo en las caballerizas del predio.
Mientras las postulantes aprenden a montar (no se si será por el horario,
de lunes a la mañana,pero somos unas pocas mujeres las que parecemos interesadas en la
equitación y entrenamiento)Teresa y
Huesito las acompañan y de alguna manera sirven de modelo y guía para los otros caballos y sus jinetes en
el seguimiento de las órdenes.
Todos siguen las órdenes (yo me limito a observar con deleite) Cabalgar
para un lado, para el otro, dirigir el caballo hacia tal lado, con tal ritmo de
galope, más rápido, más pausado. El tiempo pasa volando.
Al final de cada sesión de entrenamiento que pude presenciar,Teresa
desencilla su caballo, le ofrece unos trozos de zanahoria como premio y le da
un toque en el lomo que el animal entiende como el permiso para retozar en la
arena. Es todo un placer observar al animal retozando en la arena y luego
erguirse, sacudiendo la cabeza contento, antes de ser atado a la columna.
Terminado el tiempo, llega la hora del almuerzo, en una rutina habitual
del lugar. Regido por los ritmos para cuidar los animales.
Charlas de Sobremesa
Las conversaciones y las anécdotas durante la hora del almuerzo
constituyen una oportunidad inigualable para captar no solo las “reglas del
juego social” sino las representaciones de la vida cotidiana y aquellos
procesos de construcción de identidad que en este caso giran en torno al
cuidado y entrenamiento de caballos principalmente empleados en terapias
neurológicas.
En medio de interacciones banales entre los miembros que pasamos a reunirmos
en el mini bar, la conversación va girando hacia escuchar los consejos y la
opinión del Entrenador sobre diversos animales.
Cuando alguien comenta sobre la violencia ejercida por un perro
doméstico difundida por los medios, el
avezado entrenador ofrece otras razones
para el aumento de violencia por parte de muchos caninos. A las razones que
solemos escuchar por parte algunos veterinarios al respecto, que aseguran que
un animal es violento cuando ha rtecibido un trato distante por parte de los miembros
de la familia, don J. ofrece una crítica sobre ciertos métodos de entrenamiento
para perros de guarda:
“No se entrena a los animales para obedecer la orden del amo de aflojar la
mordida”Sigue explicando que mantener la mordida es una característica biológica
de todos los carnívoros.
“He visto cómo se entrena perros para atacar mordiendo la manga acolchada,
y cómo se los festeja cuando logran arrancar la manga y se la llevan. Cuándo
ese perro está en acción, no solo muerde, sino que arranca el brazo y se lo lleva
porque está entrenado para hacerlo”
“Una vez me trajeron un perro que era considerado inútil y desobediente.
Logré que comenzara a responder tanto a la voz de ataque como a la de
detenerse.” Termina diciendo que luego llevó el animal a los dos inútiles que
habían arruinado al animal.
Don J. habría de mencionar muchas veces cómo se “arruinan” a los animales
desde una enseñanza inadecuada por parte de los humanos.
“Me va a arruinar el animal” sería una frase dirigida a los aprendices de
equitación de los lunes que le escucharía muchas veces junto a las órdenes para
conducir el caballo. Se trata de una advertencia que pone de relieve la
responsabilidad humana en el entrenamiento de la conducta. Tuve la oportunidad
de observarlo entrenando los lunes a la mañana tanto a caballos como a los
jinetes.
Alguien en el almuerzo se detiene a preguntarle sobre la conducta habitual
de los caballos. “¿Se echan para dormir o lo hacen parados?” Don J. contesta:
en el campo algunos caballos se mantienen en alerta por los posibles predadores
mientras algunos se echan en el pasto. Se echan para descansar o más a menudo
para retozar, aunque es muy raro que se echen para dormir”
Aduce que se debe a que el caballo es presa, no predador. “El primer
instinto del caballo cuando nace es pararse
y luego tomar calostro. Es la principal diferencia con los carnívoros
cuyas crías tardan más en independizarse”
Alguien pregunta por la placenta “Durante mucho tiempo no se sabía que
hacía la yegua con la placenta.En estado salvaje las yeguas paren al amanecer o
al atardecer, incluso en las tormentas, debido a que es el momento que merma el
merodeo de predadores. Luego de nacer el potrillo la madre se come la placenta
y procura no dejar ningún rastor en absoluto para que el olor no delate la
llegada de un miembro vulnerable. Se dice que si la yegua no se come la placenta
es porque el potrillo está enfermo y pronto morirá”.
Trabajos para el Ejército
A medida que me familiarizo con el lugar, me siento más cómoda para tomar
notas durante esas ruquísimas conversaciones de sobremesa
Le hago una pregunta directa sobre sus inicios de Entrenador, y me remite
directamente a la labor de su padre, el abuelo de los jóvenes a cargo de la
Equinoterapia actual.
“Mi padre era militar y su ocupación estaba vinculada con caballos. En
1935 creo por pirmera vez la Sección Perros de Gendarmería Nacional.” Para
crear la Gendarmería se tomó gente que ya integraba las Fuerzas Armadas y que
había entrenado como personal especializado.
“Se eligieron los individuos más aptos y calificados (humanos y caninos).
La Gendarmería Nacional, al igual que Prefectura Nacioanl Marítima son las
únicas instituciones hechas a partir de una Ley, con alcance nacional” En cambio, las policías locales responden a
decretos también locales, con todos los problemas que conlleva la coordinación
a nivel nacional.
Don J continúa con su relato, pero cuando quiero anotar algo me dice”No
anote eso” y yo respeto su decisión.
“He viajado por todo el país, pero
siempre fui por los perros”
Comienzo a observar ciertas regularidades en los comentarios del
Entrenador, que conseguí integrar en el informe final y contribuyeron a dar
sentido al análisis etnometodológico.
Aunque todas sus indicaciones de
entrenamiento las realiza porque “Hay que mantener un orden,” y me atrevo a
inferir que esta y otras son frases que remiten al ámbito militar donde se crió
y comenzó a realizar sus primeras prácticas, también comienzo a observar que
cada vez que menciona su vínculo con el Ejército o con la Policía, deja bien
claro que trabaja para el Ejercito o la
Policía. Me da la impresión que trata de marcar tanto su independencia de las
intituciones como su vínculo indudable con los animales.
Pero también hay lugar para anécdotas divertidas
Recuerda que una vez lo invitaron a un barrio militar de la Provincia de
Buenos Aires para entrenar animales. Se
comentaba por lo bajo que a la noche algunos de los oficiales se pasaban a la
habitación de algunas esposas que tenían sus maridos de viaje. En una ocasión
llegó sorpresivamente el marido de una de ellas. Al amante no le quedó más
remedio que salir corriendo en calzoncillos mientras el marido profería gritos
que todos alcanzaron a escuchar.Si embargo, lo que más le llemó la atención fue
que al día siguiente, en el Casino de oficiales, los dos (ofensor y marido
ofendido) se saludaron como si no hubiera pasado nada…
En otra oportunidad viajó a la
Antártida, a la Base Marambio, para acompañar perros entrenados que habrían de
quedarse allí. El viaje en el rompehielos Irizar fue toda una experiencia para
él.
“El barco se levanta en la proa y luego cae en el momento de cortar el hielo,
era bastante sorprendente” El viaje duró unos tres meses.
Pero lo que más le impactó fue toparse con la experiencia de encarar el
aislamiento y la soledad de aquellos hombres. “Fuera del refugio solo hay hielo
y silencio. Por supuesto que ni una planta, ni un animal a la vista… Yo estuvo
pocos días, por los perros, pero para los residentes significaba pasar seis
meses son luz de día y seis meses de oscuridad… los tipos no saben cómo ocupar
el tiempo.”
“Jugaban a las cartas, al dominó, a lo que fuera… El lugar para vivir es
pequeño y se pasaban la mayor parte del tiempo encerrados… En ese momento me di
cuenta de lo difícil de esa vida…Por más que pasen solo un año, es para
enloquecer a cualquiera”
Así, entre los cafés de Adriana y los dulces de Teresa, el Entrenador
continúa desgranando una por una sus historias.
[1]
Todavía no pude volver al Picadero, las
ocupaciones diarias así me lo impiden. Pero cada vez que veo un caballo en
armoniosa unidad con su jinete, el sitio de entrenamiento vuelve a mi mente.
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