Hola amigos.
En esta ocasión Sevilla presenta dos
tipos de conducta que inician su camino por los bordes de lo establecido.
Aunque en la presentación anterior había presentado un “umbral de lo aceptable”
en esta ocasión describe dos tipos de comportamiento, uno conducente a nuevos
descubrimientos y otro que deriva en
palabras del químico Langmuir
en “ciencia patológica”, término que más
bien, describe las conductas patológicas
de algunos científicos para sostener a
rajatabla propuestas insostenibles.
El vídeo inserto al final nos
recuerda tanto la locura como el sadismo de algunos individuos asociados al impoluto guardapolvo blanco.
Fraude
científico (III). Profundizando en los dos tipos de fraude
Por Joaquín Sevilla
Podríamos resumir el capítulo
anterior de esta miniserie con las siguientes ideas. Entre el comportamiento
totalmente honesto y el fraude absoluto hay un continuo de malas prácticas en
el que no se puede establecer una frontera categórica. Sin embargo existe un
umbral de lo aceptable, individual y socialmente, que no es totalmente fijo. Se
pueden considerar dos tipos distintos de fraude: uno en el que el científico,
en pos de la validación de su hipótesis, va desplazando el umbral de lo
aceptable incurriendo en prácticas progresivamente menos éticas; (1) en el segundo
tipo es la presión por obtener resultados profesionalmente valiosos lo que
impulsa al científico a saltarse abiertamente el umbral e incurrir en prácticas
fraudulentas. Por brevedad llamamos fraude tipo 1 al primero (involuntario y
movido por corroborar una hipótesis a rajatabla) y tipo 2 al segundo
(voluntario y motivado por inconfesables intereses personales).
Al fraude tipo 2 contribuyen
presiones externas, como la necesidad de publicar (“publicar o morir”), intereses
empresariales o políticos (ejemplo
exagerado sería el caso Lysenko en la URSS, ver 2). También contribuyen
presiones internas, especialmente la vanidad, defecto que se atribuye
frecuentemente a los científicos.
En cualquier caso, siguiendo a Nicolas
Turro (3), “no estoy interesado en las prácticas deshonestas que rara vez son intelectualmente
interesantes”, por lo que no vamos a profundizar más en el fraude tipo 2. Se
puede encontrar más información en (4) y una gran cantidad de caso analizados
también en (5).
El “fraude” tipo 1, y que resulta
intelectualmente estimulante, es con toda probabilidad consustancial al
desarrollo mismo de la actividad científica. Vamos a acompañar a Turro hacia
una teoría general de la ciencia patológica
(3), comenzando con un par de citas textuales:
“El camino de la gran ciencia no es
que esté ensuciado con algunos errores históricos, está construido mediante un
proceso de corrección de errores constante”
“La incertidumbre es parte de todas las ciencias,
y los juicios subjetivos son inevitables en la mayoría de los campos… los
fenómenos estadísticamente marginales en el umbral de la percepción humana son
fáciles de malinterpretar.”
Figura 1.- Representación esquemática
de la estructura de las revoluciones científicas de Kuhn. La superior enfatiza
el carácter cíclico del cambio de paradigmas, la de abajo su carácter
incremental.
Todos hemos oído que para ser innovadores hay que pensar “fuera
de la caja”. En ciencia también es cierto que para conseguir avances
significativos hay que pensar más allá de lo establecido. Pero ¿qué es
exactamente “la caja” fuera de la cual hay que situarse? Esta caja se puede
identificar con el paradigma, el concepto central de Thomas Kuhn en su teoría
de las revoluciones científicas (6).
Kuhn plantea una evolución de las
disciplinas científicas (una vez establecidas como tales) en las que se
alternan períodos de “ciencia normal” con momentos de revolución. En las fases
de ciencia normal la comunidad científica asume de forma consensuada un conjunto
de teorías que conforman “el paradigma” científico del momento. La tarea en
estas fases consiste en ir intentando explicar cuestiones novedosas en el marco
del paradigma vigente, o dicho de otro modo, ir extendiendo el ámbito de
validez del paradigma. En esta tarea van apareciendo casos que no encajan,
anomalías. Mientras no son demasiadas pasan desapercibidas pero a medida que la cantidad de anomalías
aumenta, puede dar lugar a una situación de crisis que se supera con la
creación de un nuevo paradigma. El nuevo esquema es mejor que el anterior
dado que debe explicar las mismas cosas que el anterior más las anomalías, o al
menos buena parte de ellas.
Figura 2. Representación esquemática
del paradigma vigente como las capas de una cebolla en lo que Turro denomina
“las cuatro P” Es necesario explorar las
capas exteriores para producir avances revolucionarios, pero la excursión es
peligrosa y si no se tiene éxito es fácil caer en la ciencia patológica
Así pues, es necesario alejarse de lo
establecido, salirse del centro del paradigma, para afrontar las revoluciones
que darán lugar a avances científicos significativos. Pero ese camino es
peligroso, no es nada fácil distinguir auténticas anomalías de errores de
medida, en cambio sí es fácil dejarse llevar por la ilusión y ver revoluciones
donde no las hay.
Un momento de crisis en el avance de
una disciplina supone andar sobre el filo de la navaja. Se puede caer del lado
de la genialidad y proponer un avance genuino, o se puede caer del lado
equivocado, en el error; y si se persevera en el con suficiente energía, en el
fraude. Ese fraude sería el que se ha denominado en el pasado “ciencia
patológica”. En muchos casos solo el paso del tiempo y la repetición y
refinamiento de los experimentos es el juez capaz de diferenciar entre ambos.
Obsérvese cuan diferente es la
consideración de las prácticas poco rigurosas en el caso de que la idea
perseguida fuera realmente revolucionaria o no. El que Galileo (quizá) no
hiciera muchos de los experimentos que relata, Millikan escogiera de entre sus
resultados los que le cuadraban o Mendel maquillara completamente los
resultados de sus guisantes no importa, ya que con esas faltas (llamarle
fraudes o no dependerá de dónde coloquemos cada uno nuestro umbral de lo
aceptable) contribuyeron a establecer revoluciones científicas genuinas. Con
faltas equivalentes cometidas, por ejemplo por Flishman y Pons cuando
pretendieron haber encontrado la fusión fría (7), somos mucho menos indulgentes.
Esos errores apoyaban una idea que el tiempo demostró equivocada y por tanto
somos mucho más proclives a considerarlas fraudulentas.
Cuando las excursiones fuera del
paradigma han resultado fallidas, pero sus autores perseveran en su ilusión de
revolución se tienden a producir una serie de comportamientos poco éticos que
fueron identificados por primera vez por Irving Langmuir, químico y físico
estadounidense, ganador del Nobel de química en 1932. En una conferencia
celebrada en 1953, Langmuir denominó “ciencia
patológica” a este tipo de comportamientos (8), señalado por una serie de
conductas como las siguientes, sin pretensión de exahustividad:
- El “efecto observable máximo” es producido por un agente causante
de intensidad apenas perceptible, y la “magnitud del efecto” es
sustancialmente independiente de la intensidad de la causa.
- La “magnitud del efecto” es cercana al límite de la detectabilidad,
o muchas medidas son necesarias debido a la baja relevancia estadística de
los resultados.
- Hay afirmaciones de gran exactitud.
- Se proponen teorías fantásticas contrarias a la experiencia.
- Las críticas se resuelven con excusas ad hoc.
- La proporción de partidarios frente a los críticos aumenta y
después cae gradualmente al olvido.
Conclusiones
parte III:
Recapitulando, hemos diferenciado dos
tipos de fraude:
-El movido por el deseo de
descubrimiento (tipo 1) y
-el derivado de la presión
profesional (tipo 2).
Contribuyen al de tipo 2, menos
estimulante intelectualmente, presiones externas como la necesidad de publicar
e internas como la vanidad patológica. El de tipo 1, más consustancial al
avance científico, se produce cuando se explora sin éxito los bordes del
paradigma vigente (en términos de Kuhn) con peligro de caer en la ciencia patológica según Langmuir
Referencias:
(1)Tomé Cesar (2016) "Mala neurociencia" (no se encuentra en el original) http://www.experientiadocet.com/2013/04/mala-neurociencia.html
(2)Rojas, Manuel (2004)
“Reapreciación del Lysenkismo”. http://www.redalyc.org/pdf/402/40270305.pdf ( no se encuentra en el original)
(3) Turro, Nicholas J. “Toward a
general theory of pathological science” Un
ensayo tomado de una serie de charlas en el Instituto Max Pank y publicado en
(1998). http://www.columbia.edu/cu/21stC/issue-3.4/turro.html
(4) Pablo C. Schulz e Issa Katime “Los
fraudes científicos”
Revista Iberoamericana de polímeros Vol 4(2), Abril 2003: http://www3.uah.es/vivatacademia/ficheros/n45/fraudes.pdf
(5) Federico Di Trocchio, Federico
(1993) Las mentiras de la Ciencia.
Alianza Editorial, 1993
(6) Thomas Khun (1962) La Estructura de las Revoluciones
Científicas http://www.conductitlan.net/libros_y_lecturas_basicas_gratuitos/t_s_kuhn_la_estructura_de_las_revoluciones_cientificas.pdf
(7) “La fusión
fría como ejemplo de ciencia patológica”,
Francisco Villatoro, en La ciencia de la mula francias, 12 de abril de 2011.
(8) “Ni ciencia
ni pseudociencia, ciencia patológica”,
César Tomé, en Cuaderno de Cultura
Científica, 21 de mayo de 2013. http://culturacientifica.com/2013/05/21/ni-ciencia-ni-pseudociencia-ciencia-patologica/ (17 de marzo de 2016)
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