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jueves, 24 de marzo de 2016

Tanques en la Universidad .Historias que resisten al olvido


"El tiempo es una de las cosas esenciales de las que tratan las historias. 

Contar una historia preserva al narrador del olvido; cada historia construye la identidad del narrador y el legado que dejará al futuro.

Contar una historia es levantarse en armas contra la amenaza del tiempo" (Alessandro Portelli, Funciones del Tiempo en  Historia Oral)



Hola amigos. A 40 años del último golpe militar en la Argentina, me pareció adecuado compartir con ustedes una entrevista publicada por el equipo de Exactas. La narración está realizada con métodos que recuerdan los utilizados por la Historia Oral, de hecho los audios de la entrevista de Pedraza están disponibles en la Página de Nex Ciencia.


La entrevista permite entonces la reconstrucción de una época desde las emociones vividas por quien era un joven ingresante universitario, cuyas imágenes son compartidas por quienes recordamos que el Golpe Militar sencillamente agudizó y profundizó la persecución ideológica  iniciada en democracia por la Triple AAA.

Si me permiten , creo que este es un ámbito y el momento adecuado para compartir mis propias recuerdos sobre esos días oscuros previos al derrocamiento del gobierno democrático de Isabel Perón. Eran días en los que se comenzaba a comentar por lo bajo del secuestro violento en horas de la noche de jóvenes de quienes que no volvía a saberse más, como ocurrió con el hermano de una compañera del colegio de monjas que vivía a la vuelta de mi casa. Recuerdo que todos sabíamos que “se lo habían llevado” pero ella simplemente no hablaba del asunto, manteniendo con vergüenza un silencio que  lamentablemente se extendería a muchas familias argentinas en los años por venir.
Para ese tiempo mis dos hermanos mellizos, cursaban la escuela pública y militaban en la JP. Recuerdo la ilusión con que fueron a Ezeiza a recibir a Perón y su pánico cuando se vieron envueltos en una confusa e incomprensible balacera de la que se salvaron de milagro. En esos días, como vivíamos a  un par de cuadras del Colegio de mis hermanos,  trajeron como parte de su militancia sin pedirle permiso a mi mami varias cajas de volantes que escondieron en su dormitorio, pero mi mamá, asustada por el clima que se venía viviendo, descubrió las cajas bajo la cama y sin preguntar nada sencillamente las llevó al fondo y les prendió fuego.
En ese clima de temor y represión que vivíamos en democracia (nunca está de más enfatizarlo cuando observamos rémoras de violenta e inconcebible represión policial ocurridas semanas atrás) me vienen a la memoria otro de las imágenes que resisten el paso del tiempo. 
Recuerdo la reacción visceral  de mi mamá apenas se enteró por un vecino que una manifestación en frente del colegio estaba siendo fuertemente intervenida por la policía armada y sin pensarlo salió a buscar a mis hermanos. Sencillamente no pensó en las consecuencias personales, simplemente respondió al impulso de querer protegerlos o en caso que quisieran detenerlos estar cerca para hacerse responsable de ellos como menores de edad. Parte del discurso que circulaba por lo bajo en esos días sostenía que los subversivos respondían a padres que no los educaban ni cuidaban adecuadamente.  Al rato mi madre volvió con los ojos enrojecidos por el gas pimienta, y bastante angustiada porque no había podido encontrarlos en la manifestación.
Por fortuna, pocos minutos después mis dos hermanos regresaron como si nada: habían conseguido refugiarse en "La Biblioteca", conocido bar de estudiantes, apenas se enteraron que venían a reprimirlos.
Mi pobre vieja, con los ojos enrojecidos durante varias horas, tuvo que padecer además las bromas de mis hermanos por tratarlos como niños.
Los melli, con apenas catorce años, se sentían Hombres para defender la Democracia.



Tanques de Guerra en la Universidad
Entrevista al profesor Pedraza

Juan Carlos Pedraza es matemático. Luego de aprobar el examen ingresó a la Facultad en 1976. Por esas infaustas casualidades debía presentar la documentación justo el 24 de marzo. Cursó su carrera, se recibió y fue docente durante la dictadura. Al cumplirse cuatro décadas del último golpe cívico militar de la Argentina, Pedraza recuerda el día que vio tanques de guerra frente al Pabellón I de Ciudad Universitaria, describe el terror que se vivía a diario y define las políticas de memoria como una “clave de supervivencia”.



- ¿Cuándo ingresaste a la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA?
- Empecé en el fatídico año de 1976. Un día como hoy, hace 40 años, daba el examen de ingreso después de haber hecho un curso en febrero, todavía durante el gobierno de Isabel Perón. Y justo el día que tenía que traer los papeles para completar la documentación era el 24 de marzo. Por razones obvias no pude cumplimentar el trámite ese día.

- Me gustaría que me des más detalles acerca del examen de ingreso que había que dar para ingresar a Exactas.
- En aquel entonces todavía había cupo y un curso muy breve durante el mes de febrero. En ese momento, el examen era sólo de matemática. En mi carrera iban a entrar 80 personas nada más. Me acuerdo de ese número fatídico porque te generaba una enorme angustia. Para que quede claro: no alcanzaba con aprobar, había que estar entre los 80 mejores. Yo venía de una escuela de Mataderos y muchos de los temas que se veían en el examen de ingreso eran totalmente nuevos para mí. Fue angustiante, sobre todo que uno estaba al lado de compañeros que venían de escuelas mejores y a los que todo les parecía un paseo. Era muy discriminatorio. Lo cierto es que era una etapa en la cual una familia vivía como un riesgo que un hijo adolescente fuera a la universidad. Y después del Golpe muchísimo más, era una angustia permanente.

- Previo a tu ingreso en Exactas, ¿qué información manejabas acerca de la situación represiva que se vivía?
- Yo tenía mucha información porque tengo dos hermanos mayores que también pasaron por esta facultad. Mi hermana mayor es bióloga y mi hermano tuvo un paso fugaz por Exactas. Dejó en el 74 cuando estuvo cerrada por la intervención de Alberto Ottalagano. Yo hablaba mucho con mis hermanos mayores en todo ese proceso previo al Golpe. Toda esa etapa la viví muy de cerca.

- Entonces, das bien el examen de ingreso a Exactas y tenías que presentar la documentación justo el 24 de marzo. ¿Qué hiciste ese día?
- Tuve una pelea fuerte en mi casa porque en mi inconsciencia quería venir de todas maneras pero mis viejos no me dejaron salir. Vine unas semanas después y recuerdo claramente la imagen de un par de tanques de guerra en la entrada del Pabellón I y mucha presencia militar. El colectivo llegó hasta Güiraldes y pegó la vuelta, nos tuvimos que volver. Tiempo después pude completar los trámites. El clima había cambiado para peor porque recuerdo que durante los trámites del examen de ingreso, a pesar de la intervención de Ottalagano, había militantes caminando por las colas, las agrupaciones hacían sus propagandas. Eso ya no estaba. La recomendación era no relacionarse con nadie o hacerlo con muchísimo cuidado. Ese fue el clima que reinó a lo largo de toda mi carrera. Uno aprendió a vivir en ese clima. A veces pienso que la Facultad se volvió un lugar más seguro que el afuera simplemente porque uno aprendió mejor los códigos. El riesgo mayor estaba en la calle. Llegar tarde a tu casa, ese era el verdadero terror. En la facultad uno aprendía a moverse en ese clima. Mucho más adelante, en el año 80, cuando yo ya era docente ayudante se demoró el pago de salarios y los docentes nos empezamos a organizar, hicimos una nota y ya se empezó a hablar, en voz baja, de la idea de generar un gremio para empezar a defender los derechos de los docentes. Proceso que, más adelante, derivaría en la creación de la AGD. Ahí me di cuenta de que no conocía a nadie más que a un entorno muy pequeño del Departamento de Matemática. Y que empezar a caminar la facultad era conocer lugares que no había visitado en cuatro años. Cruzar la puerta donde terminaba Matemática y empezaba Meteorología ya era un mundo nuevo. Uno tal vez pasaba caminando por un pasillo hacia el ascensor pero no se detenía ante nadie o ante nada porque tenía incorporado ese comportamiento como un acto de prudencia en esa época represiva.



- ¿Cómo era venir a cursar en un día común?
- En el Pabellón I, igual que en el II, estaba instalada la policía. Ocupaba lo que ahora es la Biblioteca Noriega. Esa era la comisaria y en la puerta siempre había dos o tres policías de guardia que revisaban sistemáticamente todo lo que uno entraba: mochilas, libros, buscando no se qué. A veces demoraban a algún compañero y había que estar atento para pedirle a algún profesor que intercediera porque en la mayoría de los casos eran malos entendidos o ignorancia del policía de turno frente a algún libro en otro idioma o de la editorial MIR que, como era soviética, generaba sospechas en algún policía que le hacía pasar un mal rato a un compañero.

- Escuchar hoy que había una comisaría dentro del Pabellón I parece algo que es imposible que haya ocurrido alguna vez en Exactas ¿Cómo se convivía con eso?
- Uno lo iba naturalizando. Y por eso digo que uno aprendía los códigos internos. Acá no se hablaba de otros temas más allá del fútbol o del último disco de rock. Otro tipo de conversación se hacía afuera de la Facultad. Siguiendo esos códigos uno se sentía más tranquilo a pesar de que, en determinadas clases, aparecía gente que uno no sabía quiénes eran, ni qué hacían escuchando al profesor. El tipo no debía entender nada tomando apuntes sobre espacios vectoriales. Parecía medio gracioso pero, visto en perspectiva, era terrible. Uno sospechaba que eran agentes. Los iban cambiando pero uno lograba distinguirlos porque éramos pocos y nos conocíamos todos. Puede ser que haya habido infiltraciones más sistemáticas que se nos hayan pasado pero en general los descubríamos. Eran muy berretas.

Da la sensación de que uno de los objetivos de la dictadura era que alumnos y docentes sintieran que existía un control permanente.
- Exacto. El mensaje familiar y el que sobrevolaba todo el contexto social era “no te metas en nada” porque era de altísimo riesgo. Yo, por las conexiones que tenían mis hermanos, sabía de casos. Y eso te generaba mucho miedo. Por eso te decía que el afuera era mucho peor que el adentro porque siempre me daba pánico, cuando llegaba tarde a mi casa, no que me asaltaran, el miedo era que te parara la policía o el ejército que era todavía peor. Y, en esas circunstancias, se sabía que podía ser la última vez que te vieran.

- ¿Viviste durante tus años de cursada algún tipo de acción represiva violenta en la Facultad?

- Sólo situaciones más bien anecdóticas. Recuerdo que, por los años 80, empezó a circular una revista por los distintos departamentos que se llamaba Interacción hecha, básicamente, por estudiantes de Física. Era una publicación netamente científica si bien era también un intento de resistencia porque era una producción clandestina, no estaba autorizada. En una ocasión, demoraron a un par de chicos que llevaban esas revistas y tuvimos que pedir ayuda a Santaló y a Balanzat (que era el director del Departamento). Ellos llamaron a la comisaría y lograron la libertad de esos dos chicos. En ese momento tuvimos mucho miedo de que se los llevaran de la Facultad porque ahí uno perdía el control. Después, situaciones directas que haya visto, no; que haya sabido sí, de compañeros que dejaban de venir. Se decía “le fue mal”, “dejó” y uno sabía que no había dejado, que eran otras circunstancias. Uno podía hacer poco o hacía poco, no sé.

¿Esa información cómo circulaba entre estudiantes y docentes? ¿Cómo se enteraban?
- En mi caso llevaba como una doble vida. Yo era muy prudente dentro de la Facultad y de esas cosas me iba enterando por mi hermana o en conversaciones en una casa, donde uno se sentía más protegido. Nunca era tema de conversación dentro de la Facultad. Siempre parecía que la mesa de al lado podía escuchar.



¿Cuál era la situación en términos académicos? Particularmente la matemática era vista como subversiva por los militares que prohibieron algunos de sus contenidos.
- En la Facultad se vivía como algo gracioso, incluso los profesores más conservadores se lo tomaron a la risa y se opusieron a ese tipo de sospechas absurdas. El Departamento de Matemática creo que tuvo ventajas respecto de otros departamentos porque la gestión de Manuel Balanzat y la impronta de Santaló le dieron una mayor apertura, dentro de lo que se podía esperar en aquella época. Por eso, en lo académico, creo que la situación del Departamento fue privilegiada, a pesar de que hubo personajes de miedo, como Trejo (César, Decano de Exactas durante una etapa de la dictadura) y algunos otros. Pero todo eso creo que fue más grave entre el 74 y el 76 que durante la dictadura misma.

¿Con el correr del tiempo se fueron relajando los controles represivos?
- Sí, de hecho en el 81 empezamos a generar las primeras asambleas. Al principio poníamos los carteles mirando hacia los costados, pero después nos reuníamos entre 30 y 40 personas en alguna de las aulas. El 30 de marzo del 82, dos días antes de la guerra de Malvinas, hubo una marcha muy importante de la CGT a Plaza de Mayo, yo fui solo y me sorprendí de encontrar a un montón de gente de la Facultad que no me la imaginada en esa marcha. Y ahí me di cuenta de todo el silencio que habíamos vivido y que había quedado instalado. Era la época del “se va a acabar” y ahí empezamos a tomar conciencia de que desde acá se podía hacer algo. Realmente se produjo un relajamiento del control social. Después, durante la guerra de Malvinas se vivió un período que fue difícil porque la guerra dividió aguas incluso en el campo popular y ahí volvimos a sentir miedo de hablar. Pero, luego de la guerra, empezó un proceso que se hizo imparable. Yo creo que fue el principio del fin.

¿Está presente hoy en los estudiantes esta memoria de lo ocurrido durante la dictadura?
- No se puede generalizar. No es que los que estábamos hace 40 años pensábamos todos lo mismo, ni que ahora el grado de conciencia de los estudiantes sea todo igual. Veo estudiantes muy movilizados, muy conscientes de su papel en la sociedad como estudiantes y como futuros científicos y veo otros que no. Pero bueno, yo creo que mantener viva la memoria de lo que ocurrió en la dictadura es un trabajo constante de todos, particularmente de los que vivimos esa época, de los que tenemos más información. El otro día firmaba una designación de un docente y su fecha de nacimiento era 1984. Hay una diferencia muy grande entre haber vivido el terror y leerlo en los libros de historia. Por eso, es un deber nuestro estar constantemente machacando la memoria. Y hoy, en este nuevo contexto, donde parece que nos tenemos que preparar para confrontar con intereses similares en nuevos escenarios y donde va a haber que generar nuevas estrategias y ser muy inteligentes, yo creo que este rescate de la memoria más que una necesidad es una obligación moral. Es una clave para supervivencia no dejar que estas cosas se olviden.







sábado, 19 de marzo de 2016

Mala praxis científica (V). Resumen y Conclusiones




Esta es la última entrega de la serie sobre mala praxis científica, respecto de ciencia  entendida como el acto de inscribir por escrito y en las publicaciones adecuadas los aportes de investigaciones que se presumen realizadas conforme a normas claramente establecidas al interior de cada disciplina particular.

Aprovecho la ocasión para agradecer el entrenamiento que recibimos por parte de los profesores de la carrera de Ciencias Antropológicas en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Después de varios años, y casi sin darme cuenta me encuentro más de una vez leyendo artículos en la enorme biblioteca de Babel que es Internet, y pensando “Si esto lo presentaran en Filo, sería rechazado.”

¡Gracias Profes!





Fraude científico (V). Resumen y conclusiones
Basado en la serie ofrecida por Joaquín Sevilla

El fraude científico existe, existe desde siempre y hay casos entre los científicos más famosos. Desde Ptolomeo hasta la actualidad, pasando por Mendel, Galileo o el hombre de Piltdown, los casos son innumerables. Y no son algunos casos anecdóticos, según estudios realizados entre el 66% y el 72% de los científicos admite realizar algún tipo de malas prácticas y uno de cada 50 admite falsificar o inventar resultados. Lamentablemente no existe método científico normativo ni ninguna otra característica que proporcione criterios de demarcación definidos a priori entre lo que es científico y lo que no lo es.
La idea de que la mayoría de los científicos son honestos y hay unas pocas manzanas podridas es demasiado simplista. Es necesario un modelo más elaborado que comienza por mostrar todo un continuo de comportamientos inadecuados en el que no es fácil colocar un umbral que delimite las manzanas sanas de las podridas. De hecho, y siguiendo los trabajos de Dan Ariely, podemos establecer la existencia de un umbral de "burradas" aceptable tanto por el individuo como por la comunidad.
Se pueden identificar dos tipos de fraude: el movido inicialmente por el deseo de descubrimiento (tipo 1) y el derivado de la presión profesional (tipo 2). En el primero el científico empuja progresivamente el umbral de lo aceptable, manteniendo una autopercepción de honorabilidad mientras que en el segundo se salta el umbral a conciencia.
Contribuyen al de tipo 2 presiones externas como la necesidad de publicación e internas como la vanidad.
El de tipo 1, más consustancial al avance científico, se produce cuando se explora sin éxito los bordes del paradigma vigente (en términos de Kuhn) y corre riesgos para derivar en ciencia patológica.
El modelo propuesto se resume gráficamente en la figura 1, y esquemáticamente en los puntos ofrecidos a continuación.



Figura 1. Resumen esquemático del modelo propuesto para analizar el fraude. Los comportamientos cuestionables forman un continuo sin fronteras definidas en el que hay un umbral aceptable. Ese umbral se puede empujar o saltar dando lugar a dos tipos de fraude. Las prácticas cuestionables masivas están en el entorno del umbral aceptable, quedando un número mucho más reducido de auténticas manzanas podridas. (Imagen original de César Tomé)


El umbral aceptable. Clasificación esquemática


a)    El estado “honesto” de partida considera un umbral de “burradas” aceptable

     b)  Ingreso en la pendiente inclinada hacia dos tipos de delito:

Tipo 1.- Empujar el umbral en pos de probar una idea sin importar cómo.
Tipo 2.- Saltarse directamente el umbral en pos de méritos egoístas.





c)   El fraude tipo 2 tiene que ver con el equilibrio psicológico del individuo que cede ante presiones inconfesables.
d)    En el fraude tipo 1 se incurre al procurar salir del entorno seguro del paradigma según Kuhn en busca de hipótesis revolucionarias sin que importe cómo sostenerlas.



e)    A la luz de este modelo podemos entender mejor los resultados de los estudios antes comentados. Las prácticas que aceptan llevar a cabo la mayoría de los científicos (recordemos, entre el 66% y el 72%) estarían dentro  del umbral de lo aceptable

Cuando se pregunta por errores de poca monta, expresamente se reconoce que no está bien, pero de alguna forma se asume que tampoco está tan mal y que “a todo el mundo le pasa”. (Ariely)
Las prácticas que son manifiestamente fraudulentas y voluntarias, como inventar datos, o sabotear investigaciones de la competencia, serían realizadas por una minoría, lo que resulta compatible con la idea de “unas pocas manzanas  podridas”.
La existencia de errores y fraudes en la investigación científica se relacionan con los siguientes escollos para el avance de la ciencia: retractación de artículos e irreproducibilidad de resultados.
El número de artículos retirados de las publicaciones, aunque es muy bajo, crece drásticamente desde el año 2000. Estudios recientes intentando reproducir resultados publicados, por ejemplo en psicología, muestran que en la gran mayoría de los casos los resultados no se consiguen reproducir. Un problema que está lejos de resultar anecdótico en bastantes disciplinas científicas.
Para el individuo que se dedica a ella, la ciencia es tanto una actitud vital como una profesión. Además, para la sociedad es un sector de actividad productiva, y en este último sentido la ciencia ha cambiado enormemente en las últimas décadas. En el período de 1996 a 2011 ha habido 20 millones de artículos escritos por 15 millones de autores (1). La ciencia se ha convertido en una actividad de masas.
Las publicaciones científicas existen desde el siglo XVII, pero desde la generalización de Internet se pueden consultar con una facilidad y en un número inimaginable hace tres décadas. Por otro lado, los distintos organismos financiadores de la investigación cada vez son más exigentes con los científicos a su servicio: con menos dinero hay que conseguir más publicaciones en menos tiempo. En mi opinión estas son las razones fundamentales que están detrás de la evolución al alza de las malas prácticas en ciencia que, como veíamos, están aflorando aceleradamente.
La presión por publicar la sufren, de manera angustiosa en ocasiones, todos los miembros de la profesión. Esto hace que el colectivo sea más indulgente ante muestras escasas, análisis estadísticos pobres, descripciones de la metodología poco claras, conflictos de intereses, etc. En resumen, el umbral de las prácticas aceptables se ha desplazado alejándose de la pulcritud, al menos en algunos casos.
Por otro lado, esa disminución de la calidad de lo publicado no pasa desapercibida ante el escrutinio de un número tan vasto de científicos como el que hoy día rastrea las bases de datos a la caza de ideas para sus próximos trabajos.
La presión por publicar desplazó el acento de la calidad a la cantidad. La presión por el índice de impacto parecía una forma ingeniosa de recuperar el nivel de calidad sin reducir la presión, pero parece que eso está llevando a una disminución de la calidad global, aumentando la tolerancia de los científicos con prácticas dudosas y, en algunas disciplinas, llegando a poner en cuestión el propio avance científico de las mismas.
Un sistema que ha crecido de una forma tan explosiva probablemente tiene aún que encontrar una armonización adecuada de los distintos intereses que alberga.
En este camino, la presión por la productividad se tendrá que ver atemperada por la relevancia y la calidad de dichos productos. Para conseguirlo habrá que tener en cuenta cuestiones tales como la incorporación de proyectos colaborativos a gran escala, la cultura de la replicación, el registro, el establecimiento de buenas prácticas de reproducibilidad, la mejora de métodos estadísticos, la estandarización de definiciones y análisis, etc. según recomendaciones de Ioannidis (ver nota 1).
El umbral de lo aceptable se ha desplazado hasta límites que en realidad no queríamos aceptar y es necesario trabajar para devolverlo a un lugar más razonable.

Referencias:
(1) Ioannidis JPA (2014) How to Make More Published Research True. PLoS Med 11(10): e1001747. doi: 10.1371/journal.pmed.1001747

Mala praxis científica IV - Errores que generan horrores



La contribución de la serie sobre fraude científico de la entrada de hoy se concentra no solo en las  consecuencias académicas de publicar resultados  no contrastables, sino  en la necesidad de tomar conciencia sobre las consecuencias sociales de publicar  resultados claramente sesgados porque responden a intereses de poderosos monopolios.  
Por ejemplo, hay claros antecedentes de cómo los informes de la industria farmacéutica suelen soslayar los datos sobre graves efectos secundarios reales sobre el organismo humano con tal de  conseguir la patente del producto para su distribución masiva.
Aunque el artículo se concentra en las publicaciones sobre ciencias naturales, abre la reflexión sobre publicaciones procedentes en ciencias sociales. La nota de Sevilla incorpora aquellos datos procedentes del ámbito de la psicología que no permiten replicarse, lo que introduce claras dudas sobre la metodología empleada, o al menos, de los sesgos que no advierten sobre las variables particulares que incidieron sobre datos presentados con carácter universal.
Si de abordajes en ciencias sociales se trata, no puedo dejar de mencionar el modo en que se viene saltando directamente el umbral de lo aceptable en metodología de investigación  periodística como las que  venimos padeciendo en Latinoamérica hace tiempo. Aunque afirman haber sido realizadas con metodología rigurosa, llama la atención que ni se molestan en  pedir disculpas cuando rápidamente se descubre su carácter fraudulento. Resulta éticamente alarmante que a no se ocupen en reconocer que se equivocaron por haber publicado fotos o noticias que no se correspondían con los hechos iniciales, cuando no admitir tal error constituye una abusiva demostración de poder.
Las  lamentables fallas en las publicaciones académicas que se analizan hoy, aunque se presentan  como simples errores de la pluma y la palabra introducen graves consecuencias sociales que muchas veces terminan matando de manera literal.


Fraude científico (IV). Algunas consecuencias
Por Joaquín Sevilla
La existencia del fraude en investigación no es exclusivo de la investigación científica, como el recientemente destapado escándalo respecto de investigación forense del FBI (1). Afecta a las pruebas de concordancia de cabellos que se han utilizado como prueba de cargo en centenares de casos. Revisiones independientes de las pruebas llevan a una falta de reproducibilidad masiva que pone en cuestión la validez de la propia técnica.
Estos investigadores, convencidos de la culpabilidad del acusado, ven pruebas más allá de donde realmente las hay del mismo modo que los científicos convencidos de su hipótesis pueden caer en la ciencia patológica.
Es interesante comprobar que, también en este caso, la repetición de las pruebas y el avance del conocimiento van corrigiendo los errores. En el caso forense las consecuencias de los errores han podido ser fatales dado que hay casos revisados en los que los acusados fueron condenados a muerte y se ha ejecutado ya la sentencia.
En el caso de los artículos científicos ¿cuáles son las consecuencias de errores y fraudes? Fundamentalmente dos: retractación de artículos e irreproducibilidad de los resultados.
Cuando se publica un resultado incorrecto y se descubre el fallo hay varias posibilidades. Si el error no invalida las conclusiones del trabajo se publica una fe de erratas en un número posterior de la revista indicando el problema existente en la publicación original. Si el error sí invalida las conclusiones el trabajo debe ser retractado, eliminándolo de la publicación. La retracción pueden realizarla los autores o los editores de la revista dependiendo del caso. También puede ocurrir que haya errores que pasen desapercibidos, en este caso permanecerán en la literatura científica indefinidamente.



Figura 1. Tomada de Nature 2011 (3) sobre el aumento de retractaciones con el paso del tiempo

La proporción de artículos retractados respecto de los publicados es insignificante. Sin embargo, desde el año 2000 aproximadamente, el número de retractaciones viene creciendo exponencialmente, incrementándose significativamente la proporción de retractaciones respecto de artículos publicados, aunque sigue estando muy por debajo del uno por mil  (2,3). Otra observación interesante es la correlación que se observa entre la proporción de artículos retractados y la calidad de las revistas de las que se retiran (considerada a través de su índice de impacto). Las revistas más citadas son también las que sufren más retractaciones (4). Los expertos que analizan estas tendencias no creen estemos viviendo una explosión del fraude científico, sino que es su detección lo que se facilita, sobre todo a partir del año 2000 cuando se incorpora de forma masiva el uso de internet al manejo de la literatura científica por parte de los investigadores. Esto ha supuesto que sea más fácil consultar lo publicado, lo que se refleja en que los artículos incluyen más citas (5) y probablemente en que se cuestione más lo publicado, encontrándose más errores que dan lugar a retractaciones. Esto explicaría también la correlación con el índice de impacto: las revistas más leídas, obviamente, se ven sometidas a un escrutinio más riguroso que hace aflorar errores y con ellos las retractaciones. Es por tanto probable que en revistas con índice de impacto más bajo haya errores que nadie detecta y que permanecen en la literatura. Lo que ocurre es que esos resultados fallidos no sirven de cimiento para posteriores trabajos; si son erróneos pero fundamentalmente irrelevantes tampoco es un gran inconveniente.
Un segundo problema relacionado con las malas prácticas científicas es la irreproducibilidad de los resultados. Se ha llegado a publicar que “la mayoría de los resultados de investigación publicados son falsos” (6). La afirmación se basa en una comparación estadística entre los resultados publicados y las distribuciones que serían esperables.
El estudio se concentra en trabajos de medicina. Se puede criticar que para una afirmación tan gruesa las pruebas que se aportan son demasiado circunstanciales ya que no se identifica ningún caso concreto de fraude ni nada parecido. Recientemente se ha realizado un amplio estudio sobre la reproducibilidad de resultados publicados, en psicología en este caso (7), obteniéndose datos alarmantes:  el 61% de los resultados no se reproducían en absoluto y en el resto solo parcialmente.
El problema está lejos de ser anecdótico, especialmente en disciplinas en las que es necesario repetir ensayos sobre gran cantidad de individuos y donde hay muchas variables que pueden interferir en los resultados (como medicina y psicología entre otros).
Las características de estas disciplinas dejan unos huecos para las prácticas cuestionables que son difíciles de imaginar en otras en que los sistemas de estudio son más limpios y la evolución disciplinar más acumulativa (como la ingeniería de comunicaciones o la física teórica, por ejemplo). No es que en estas últimas no haya casos de fraude de los dos tipos estudiados, pero es difícil imaginar toda una carrera científica larga y muy exitosa montada sobre resultados fraudulentos, como el escandaloso caso del psicólogo Diederik A. Stapel. (8)



Figura 2. Tomada de Nature 2015 (7) respecto de la reproducibilidad de resultados procedentes de 100 trabajos en investigación social..


No importa cuál sea la razón última de la falta de reproducibilidad, presión por publicaciones positivas, tendencia a tamaños de muestra demasiado pequeños (por ahorrar costes), descuido en la realización de controles o fraude más o menos abierto. 
Sea como fuere, el resultado es que el avance real de las disciplinas afectadas está  seriamente comprometido ante la falta de seguridad que ofrece la literatura establecida.
 Con el fin de atajar este problema se han propuesto desde soluciones un tanto peregrinas, como exigir a los doctorandos la repetición de resultados publicados (9) hasta planes de actuación más complejos a largo plazo como la propuesta de Ioanidis sobre cómo  publicar ciencia con cierto nivel de credibilidad (10).
Su propuesta incluye cosas como: La adopción de proyectos colaborativos a gran escala, la cultura de la replicación, el registro, establecimiento de buenas prácticas de reproducibilidad, mejora de métodos estadísticos, estandarización de definiciones y análisis, etc.
De alguna forma parece que el umbral de lo aceptable se ha desplazado en algunas disciplinas hasta límites que en realidad no queríamos aceptar y es necesario un trabajo de fondo para devolverlo a un lugar más razonable.

Referencias:
(1) Pseudosicence in the witness box, Dahlia Lithwick, en Slate, 22 de abril de 2015,
(2) Por qué los editores de revistas científicas no quieren usar programas antiplagio y antifraud Francisco Villatoro en La ciencia de la mula Francis, 5 de octubre de 2011,
(4) “Retracted Science and the Retraction Index”, F.C. Fang, A. Casadevall and R. P. Morrison, Infect. Immun.October 2011 vol. 79 no. 10 3855-3859   http://iai.asm.org/content/79/10/3855
(5) Growth in the number of references in engineering journal papers during the 1972–2013 periodI. Ucar, F. López-Fernandino, P. Rodriguez-Ulibarri, L. Sesma-Sanchez, V. Urrea-Micó and J. Sevilla. Scientometrics 98 (3), 1855-1864.
(6) Ioannidis JPA (2005) Why Most Published Research Findings Are False. PLoS Med 2(8): e124. doi:  10.1371/journal.pmed.0020124
(7) “First results from psychology’s largest reproducibility test” Monya Baker. Nature News, 30 April 2015. http://www.nature.com/news/first-results-from-psychology-s-largest-reproducibility-test-1.17433

(8) “Escándalo científico por el fraude de un psicólogo social holandés que inventó sus investigaciones y las publicó en 'Science”. Diario el País (1 de noviembre de 2011) http://sociedad.elpais.com/sociedad/2011/11/03/actualidad/1320274813_850215.html

(9) “Could students solve the irreproducibility crisis?”. Chris Woolston. Nature 524, 9 (06 August 2015) doi:10.1038/524009f  http://www.nature.com/news/could-students-solve-the-irreproducibility-crisis-1.18095
(10) Ioannidis JPA (2014) How to Make More Published Research True. PLoS Med 11(10): e1001747  http://journals.plos.org/plosmedicine/article?id=10.1371/journal.pmed.1001747



viernes, 18 de marzo de 2016

Mala Praxis científica III. Encrucijada hacia el hallazgo o el delito


Hola amigos. En esta ocasión Sevilla presenta  dos tipos de conducta que inician su camino por los bordes de lo establecido. Aunque en la presentación anterior había presentado un “umbral de lo aceptable” en esta ocasión describe dos tipos de comportamiento, uno conducente a nuevos descubrimientos  y otro que deriva en palabras del químico Langmuir  en “ciencia patológica”, término que más bien, describe  las conductas patológicas  de algunos científicos para sostener a rajatabla  propuestas insostenibles.
El vídeo inserto al final nos recuerda tanto la locura como el sadismo de algunos individuos asociados al impoluto guardapolvo blanco.


 Fraude científico (III). Profundizando en los dos tipos de fraude
Por Joaquín Sevilla
Podríamos resumir el capítulo anterior de esta miniserie con las siguientes ideas. Entre el comportamiento totalmente honesto y el fraude absoluto hay un continuo de malas prácticas en el que no se puede establecer una frontera categórica. Sin embargo existe un umbral de lo aceptable, individual y socialmente, que no es totalmente fijo. Se pueden considerar dos tipos distintos de fraude: uno en el que el científico, en pos de la validación de su hipótesis, va desplazando el umbral de lo aceptable incurriendo en prácticas progresivamente menos éticas; (1) en el segundo tipo es la presión por obtener resultados profesionalmente valiosos lo que impulsa al científico a saltarse abiertamente el umbral e incurrir en prácticas fraudulentas. Por brevedad llamamos fraude tipo 1 al primero (involuntario y movido por corroborar una hipótesis a rajatabla) y tipo 2 al segundo (voluntario y motivado por inconfesables intereses personales).
Al fraude tipo 2 contribuyen presiones externas, como la necesidad de publicar (“publicar o morir”), intereses empresariales o políticos (ejemplo exagerado sería el caso Lysenko en la URSS, ver 2). También contribuyen presiones internas, especialmente la vanidad, defecto que se atribuye frecuentemente a los científicos.
En cualquier caso, siguiendo a Nicolas Turro (3), “no estoy interesado en las prácticas deshonestas que rara vez son intelectualmente interesantes”, por lo que no vamos a profundizar más en el fraude tipo 2. Se puede encontrar más información en (4) y una gran cantidad de caso analizados también en (5).
El “fraude” tipo 1, y que resulta intelectualmente estimulante, es con toda probabilidad consustancial al desarrollo mismo de la actividad científica. Vamos a acompañar a Turro hacia una teoría general de la ciencia patológica (3), comenzando con un par de citas textuales:
“El camino de la gran ciencia no es que esté ensuciado con algunos errores históricos, está construido mediante un proceso de corrección de errores constante”
 “La incertidumbre es parte de todas las ciencias, y los juicios subjetivos son inevitables en la mayoría de los campos… los fenómenos estadísticamente marginales en el umbral de la percepción humana son fáciles de malinterpretar.” 



Figura 1.- Representación esquemática de la estructura de las revoluciones científicas de Kuhn. La superior enfatiza el carácter cíclico del cambio de paradigmas, la de abajo su carácter incremental.

Todos hemos oído que para ser innovadores hay que pensar “fuera de la caja”. En ciencia también es cierto que para conseguir avances significativos hay que pensar más allá de lo establecido. Pero ¿qué es exactamente “la caja” fuera de la cual hay que situarse? Esta caja se puede identificar con el paradigma, el concepto central de Thomas Kuhn en su teoría de las revoluciones científicas (6).
Kuhn plantea una evolución de las disciplinas científicas (una vez establecidas como tales) en las que se alternan períodos de “ciencia normal” con momentos de revolución. En las fases de ciencia normal la comunidad científica asume de forma consensuada un conjunto de teorías que conforman “el paradigma” científico del momento. La tarea en estas fases consiste en ir intentando explicar cuestiones novedosas en el marco del paradigma vigente, o dicho de otro modo, ir extendiendo el ámbito de validez del paradigma. En esta tarea van apareciendo casos que no encajan, anomalías. Mientras no son demasiadas pasan desapercibidas pero a medida que la cantidad de anomalías aumenta, puede dar lugar a una situación de crisis que se supera con la creación de un nuevo paradigma. El nuevo esquema es mejor que el anterior dado que debe explicar las mismas cosas que el anterior más las anomalías, o al menos buena parte de ellas.



Figura 2. Representación esquemática del paradigma vigente como las capas de una cebolla en lo que Turro denomina “las cuatro P”  Es necesario explorar las capas exteriores para producir avances revolucionarios, pero la excursión es peligrosa y si no se tiene éxito es fácil caer en la ciencia patológica

Así pues, es necesario alejarse de lo establecido, salirse del centro del paradigma, para afrontar las revoluciones que darán lugar a avances científicos significativos. Pero ese camino es peligroso, no es nada fácil distinguir auténticas anomalías de errores de medida, en cambio sí es fácil dejarse llevar por la ilusión y ver revoluciones donde no las hay.
Un momento de crisis en el avance de una disciplina supone andar sobre el filo de la navaja. Se puede caer del lado de la genialidad y proponer un avance genuino, o se puede caer del lado equivocado, en el error; y si se persevera en el con suficiente energía, en el fraude. Ese fraude sería el que se ha denominado en el pasado “ciencia patológica”. En muchos casos solo el paso del tiempo y la repetición y refinamiento de los experimentos es el juez capaz de diferenciar entre ambos.
Obsérvese cuan diferente es la consideración de las prácticas poco rigurosas en el caso de que la idea perseguida fuera realmente revolucionaria o no. El que Galileo (quizá) no hiciera muchos de los experimentos que relata, Millikan escogiera de entre sus resultados los que le cuadraban o Mendel maquillara completamente los resultados de sus guisantes no importa, ya que con esas faltas (llamarle fraudes o no dependerá de dónde coloquemos cada uno nuestro umbral de lo aceptable) contribuyeron a establecer revoluciones científicas genuinas. Con faltas equivalentes cometidas, por ejemplo por Flishman y Pons cuando pretendieron haber encontrado la fusión fría (7), somos mucho menos indulgentes. Esos errores apoyaban una idea que el tiempo demostró equivocada y por tanto somos mucho más proclives a considerarlas fraudulentas.
Cuando las excursiones fuera del paradigma han resultado fallidas, pero sus autores perseveran en su ilusión de revolución se tienden a producir una serie de comportamientos poco éticos que fueron identificados por primera vez por Irving Langmuir, químico y físico estadounidense, ganador del Nobel de química en 1932. En una conferencia celebrada en 1953, Langmuir denominó “ciencia patológica” a este tipo de comportamientos (8), señalado por una serie de conductas como las siguientes, sin pretensión de exahustividad:
  • El “efecto observable máximo” es producido por un agente causante de intensidad apenas perceptible, y la “magnitud del efecto” es sustancialmente independiente de la intensidad de la causa.
  • La “magnitud del efecto” es cercana al límite de la detectabilidad, o muchas medidas son necesarias debido a la baja relevancia estadística de los resultados.
  • Hay afirmaciones de gran exactitud.
  • Se proponen teorías fantásticas contrarias a la experiencia.
  • Las críticas se resuelven con excusas ad hoc.
  • La proporción de partidarios frente a los críticos aumenta y después cae gradualmente al olvido.

Conclusiones parte III:
Recapitulando, hemos diferenciado dos tipos de fraude:
-El movido por el deseo de descubrimiento (tipo 1) y
-el derivado de la presión profesional (tipo 2).
Contribuyen al de tipo 2, menos estimulante intelectualmente, presiones externas como la necesidad de publicar e internas como la vanidad patológica. El de tipo 1, más consustancial al avance científico, se produce cuando se explora sin éxito los bordes del paradigma vigente (en términos de Kuhn) con peligro de caer en la ciencia patológica según Langmuir


Referencias:
(1)Tomé Cesar (2016) "Mala neurociencia" (no se encuentra en el original) http://www.experientiadocet.com/2013/04/mala-neurociencia.html   
(2)Rojas,  Manuel (2004)  “Reapreciación del Lysenkismo”.   http://www.redalyc.org/pdf/402/40270305.pdf ( no se encuentra en el original)
 (3) Turro, Nicholas J. “Toward a general theory of pathological science” Un ensayo tomado de una serie de charlas en el Instituto Max Pank y publicado en (1998). http://www.columbia.edu/cu/21stC/issue-3.4/turro.html
(4) Pablo C. Schulz e Issa Katime “Los fraudes científicos” Revista Iberoamericana de polímeros Vol 4(2), Abril 2003: http://www3.uah.es/vivatacademia/ficheros/n45/fraudes.pdf
(5) Federico Di Trocchio, Federico (1993) Las mentiras de la Ciencia. Alianza Editorial, 1993
 (7) “La fusión fría como ejemplo de ciencia patológica”, Francisco Villatoro, en La ciencia de la mula francias, 12 de abril de 2011.
(8) “Ni ciencia ni pseudociencia, ciencia patológica”, César Tomé, en Cuaderno de Cultura Científica, 21 de mayo de 2013. http://culturacientifica.com/2013/05/21/ni-ciencia-ni-pseudociencia-ciencia-patologica/ (17 de marzo de 2016)