- ¿Qué es exactamente el “Acoso moral”?
- ¿Quién la inicia, y cuándo deviene en Confabulación Grupal Perversa?
- ¿Bajo qué circunstancias y cuáles son los oscuros intereses dominantes que generan un pequeño foco de malestar grupal contra una persona particular y retroalimentan un problema de proporciones tales que ningún profesional (médico, jurídico u otro) socorre o defiende a la víctima debido al grave riesgo de terminar gravemente involucrado o afectado, sometiendo a la víctima al más absoluto aislamiento e indefensión?
- ¿Cómo se llega al punto en que toda búsqueda de justicia legítima por parte de la víctima adquiere la apariencia de delito?
- ¿Cómo distinguir entre una enfermedad psiquiátrica previa por parte de la víctima y los desbordes convenientemente provocados por el Grupo, tendientes a destruir la dignidad de la víctima con el claro objeto por parte del grupo delictivo de conseguir impunidad?
Del Acoso Moral, a la Confabulación Grupal
Extracto del análisis propuesto por Marie-France Hirigoyen
La relación entre el individuo y la sociedad
resulta compleja y no son escasos los procesos en los que la lucha por el poder
se enmascara mediante fórmulas morales perversas.
En su trabajo de 1998 traducido como El acoso moral,
la terapeuta Marie-France Hirigoyen presentó un análisis extremadamente
clarificador acerca de cómo en nuestro alrededor se puede destruir a alguien de
manera sutil, empleando solamente palabras, insinuaciones, rumores; esto es,
mediante una violencia perversa que se ha traducido como “Acoso Moral”, al mobbing
anglosajón.
(Según el estudio de la OIT, el término inglés bullying equivale a novatada y se dan cifras de casi el 10%, en tanto que el término mobbing se refiere a persecuciones colectivas sobre un individuo en particular)
Personalmente respecto al término anglosajón inicial,(mobbing) me parece más adecuado traducirlo utilizando el término de Confabulación Grupal, que se manifiesta con diferentes grados de violencia
(Según el estudio de la OIT, el término inglés bullying equivale a novatada y se dan cifras de casi el 10%, en tanto que el término mobbing se refiere a persecuciones colectivas sobre un individuo en particular)
Personalmente respecto al término anglosajón inicial,(mobbing) me parece más adecuado traducirlo utilizando el término de Confabulación Grupal, que se manifiesta con diferentes grados de violencia
Hirigoyen analiza la presencia de este fenómeno en
la vida cotidiana, ya fuera en el ámbito privado o en el lugar de trabajo.
El análisis disecciona en qué consiste tal acoso, fuertemente condicionado por las características del agresor y de la víctima, así como también las consecuencias reales para la víctima y su entorno.
El análisis disecciona en qué consiste tal acoso, fuertemente condicionado por las características del agresor y de la víctima, así como también las consecuencias reales para la víctima y su entorno.
A continuación presento un resumen de sus conceptos sobre el fenómeno traducido al español como Acoso Moral, donde resultan iluminadoras:
- Distinción entre acoso, conflicto de personalidades y confabulación grupal
- El papel crucial de líderes perversos en su inicio y desarrollo.
Definición de acoso moral
El acoso consiste en una violencia insidiosa, fría,
solapada, tanto más peligrosa cuanto que es casi invisible. Se nutre de
pequeños ataques repetidos, a menudo sin testigos, a veces no verbales, o
ambiguos, por ser susceptibles de doble interpretación. Cada ataque por
separado no es verdaderamente grave.
Pero es el efecto acumulativo de estos
microtraumatismos frecuentes y repetidos por parte de un grupo sobre un
individuo en particular lo que constituye la agresión.
El grupo procura excluir a una persona de una
comunidad, privándola poco a poco de su identidad, su papel, su función, su
categoría, su imagen, “desintegrándola socialmente”, anulándola simbólicamente.
Hirigoyen aclara que se trata de una noción subjetiva,
donde hay que tener en cuenta por un lado la actuación colectiva perversa y por otro las consecuencias individuales sobre la salud y la dignidad de la
víctima.
Todos los medios son buenos para quien busca la destrucción de la persona elegida, aun a riesgo de adoptar
comportamientos perjudiciales para los objetivos y los intereses de la
organización.
¿Quién, cómo y dónde surge?
Mecanismos de perversión moral en el Trabajo
En el caso del acoso moral en el ámbito laboral, es
interesante prestar atención a los mecanismos de la perversión moral que
construyen el acoso.
Según Hirigoyen, las víctimas de acoso no son
personas afectadas por alguna patología o particularmente débiles.
Por el contrario, el acoso empieza cuando una
víctima reacciona contra el autoritarismo o no se deja avasallar. Su
capacidad de resistir a pesar de las presiones es lo que la señala como
blanco.
“El acoso se vuelve posible porque viene precedido de una descalificación de la víctima por parte de un líder perverso, que el grupo ha aceptado primero, y luego avalará.
Esta depreciación de la víctima justifica posteriormente la crueldad que se ha ejercido contra ella y conduce a pensar que se merece lo que le ocurre” (p.50).
“El acoso se vuelve posible porque viene precedido de una descalificación de la víctima por parte de un líder perverso, que el grupo ha aceptado primero, y luego avalará.
Esta depreciación de la víctima justifica posteriormente la crueldad que se ha ejercido contra ella y conduce a pensar que se merece lo que le ocurre” (p.50).
Sin embargo las víctimas no son holgazanas, sino
todo lo contrario. A menudo son personas escrupulosas, dedicadas a su trabajo,
perfeccionistas, que desean ser impecables. En cierto modo se utiliza un
proceso semejante al de la profecía que se cumple a sí misma:
- “Cuando el proceso de acoso se instaura, la víctima es estigmatizada: se dice que el trato con ella es difícil, que tiene mal carácter, o que está loca. Se considera que su personalidad es la responsable de las consecuencias del conflicto, y la gente se olvida de cómo era antes o de cómo es en otro contexto.
- Una
vez que a la víctima se la saca de sus casillas, no es extraño que se
convierta en lo que pretenden convertirla. Una persona acosada no puede rendir al máximo de sus posibilidades.
Presta menos atención, se muestra ineficaz y da pie a que se critique la
calidad de su trabajo. Llegados a este punto a los compañeros les resulta
fácil separarse de ella, dada su incompetencia o su falta de
profesionalidad” (p.51).
Las causas de tal confabulación pueden ser diversas. Los grupos soportan
mal la diferencia: A veces el acoso es suscitado por un sentimiento de envidia
respecto de alguien que posee algo que los demás no poseen, o bien surge entre
compañeros por enemistades personales, o como forma de competencia en la que un
protagonista intenta destacar a costa de la destrucción del otro.
Hirigoyen aclara que entre individuos rivales es legítima una lucha por el poder, siempre que se trate de una competición en la que todos tengan su oportunidad.
Resulta clarividente la exposición de Hirigoyen
sobre las maniobras perversas:
- “Cuando un individuo perverso ingresa en un grupo, tiende a reunir a
su alrededor a sus miembros más dóciles con la idea de seducirlos. Si un
individuo se niega a alistarse, el grupo lo rechaza y lo convierte en
chivo expiatorio. De este modo, entre los miembros del grupo, se crea una
relación social en torno a la crítica común de la persona aislada, y en
torno a los cotilleos y los chismes. En este punto, el grupo ya se halla
bajo la influencia del perverso e imita su cinismo y su falta de respeto.
No se puede decir que estos individuos hayan perdido todo su sentido
moral, pero, al depender de una persona sin escrúpulos, han perdido todo
su sentido crítico.
- Stanley Milgram, un psicólogo social norteamericano, estudió, entre
1950 y 1963, el fenómeno del sometimiento a la autoridad. Su método era el
siguiente: 'Una persona acude a un laboratorio de psicología en donde se
le ruega que ejecute una serie de acciones que van a entrar
progresivamente en conflicto con su conciencia. La cuestión estriba en
saber hasta qué punto preciso seguirá las instrucciones del experimentador
antes de negarse a ejecutar unas acciones determinadas'. En su conclusión,
establece que 'personas normales, carentes de toda hostilidad, pueden
convertirse, cuando trabajan, en agentes de un proceso atroz de destrucción'.
Christophe Dejours, que habla de la trivialización social del mal,
ratifica esta observación. Efectivamente, hay individuos que necesitan una
autoridad superior para alcanzar un cierto equilibrio. Los perversos
utilizan esta docilidad en su propio beneficio, y la usan también para
hacer sufrir a los demás.
- El objetivo de un individuo perverso es acceder al poder o
mantenerse en él -para lo cual utiliza cualquier medio-, o bien ocultar su
propia incompetencia. Para ello necesita desembarazarse de todo aquel que
pueda significar un obstáculo para sus propósitos, y de todo aquel que pueda
ver con demasiada lucidez sus modos de obrar” (p.63).
Inicio y retroalimentación del perverso proceso de
Acoso en el trabajo
Se hace necesario distinguir el acoso de los
conflictos que surgen en cualquier grupo.
Dentro de cualquier grupo, es habitual que se dé
una manifestación de conflictos. Un comentario hiriente en un momento de
nervios o de malhumor no es significativo, sobre todo si a continuación se
piden disculpas.
Pero es la repetición de las vejaciones, de las
humillación, sin que se haga el menor esfuerzo por matizarlas, lo que
constituye el fenómeno destructor.
En un primer momento, las personas afectadas no
quieren ofenderse y se toman a la ligera las primeras puyas y vejaciones. Luego
los ataques se multiplican y la víctima se ve acorralada repetidamente, en
situación de inferioridad, sometida a maniobras hostiles y degradantes durante
mucho tiempo.
Debido a todas estas agresiones la víctima no
se derrumba inmediatamente pero va perdiendo una parte de sí misma. Cada
tarde vuelve a casa sintiéndose usada, humillada, degradada.
Cuesta mucho recuperarse.
Cuando surge el acoso, es como una máquina que se
pone en marcha y puede machacarlo todo. El grupo tarda en reconocer un fenómeno
que causa espanto, porque es inhumano, sin estado de ánimo y sin piedad.
El entorno terapéutico profesional, por cobardía, por
egoísmo o por temor, prefiere mantenerse al margen. Una vez que se pone en marcha
este tipo de interacción asimétrica y destructora, no hará más que ampliarse a
menos que un elemento externo intervenga con energía con el propósito de
introducir cambios en el sentido de la trayectoria.
No caben dudas que una situación de violencia perversa suele anestesiar a la víctima, la cual no mostrará entonces más que lo peor de sí misma.
Se trata de un fenómeno circular. De nada sirve en
ese caso tratar de averiguar quién ha provocado el conflicto.
Incluso se llega a olvidar la causa inicial del conflicto, o cómo era la víctima antes de iniciarse la espiral destructiva.
Incluso se llega a olvidar la causa inicial del conflicto, o cómo era la víctima antes de iniciarse la espiral destructiva.
El agresor alimenta comportamientos deliberados
encaminados a provocar ansiedad en la víctima, lo que genera en ella una
actitud defensiva, a su vez generadora de nuevas agresiones.
Pero sin duda, el arte en el que el perverso destaca por excelencia es el de enfrentar a unas personas con otras, el de provocar rivalidades y celos. Esto lo puede conseguir mediante esas alusiones que siembran la duda, mediante mentiras que colocan a las personas en posiciones enfrentadas, o simplemente hace correr rumores que, de una manera imperceptible, herirán a la víctima sin que ésta pueda identificar su origen.
Pero sin duda, el arte en el que el perverso destaca por excelencia es el de enfrentar a unas personas con otras, el de provocar rivalidades y celos. Esto lo puede conseguir mediante esas alusiones que siembran la duda, mediante mentiras que colocan a las personas en posiciones enfrentadas, o simplemente hace correr rumores que, de una manera imperceptible, herirán a la víctima sin que ésta pueda identificar su origen.
Tras un determinado periodo de evolución del
conflicto, se ponen en marcha fenómenos de fobia recíproca: la visión de la
persona odiada desencadena una rabia fría en el agresor, la visión del
perseguidor provoca en la víctima una reacción de temor. Es un reflejo
condicionado agresivo o defensivo.
El temor desencadena en la víctima comportamientos
patológicos que servirán de disculpa para justificar la
agresión. Muchas veces la víctima reacciona de manera vehemente y confusa.
Hay que tener en cuenta que, cualquier medida que tome la víctima, cualquier cosa que haga
servirá para que sus perseguidores la vuelvan en su contra.
Después de todo, el objetivo de la maniobra
perversa es dejarla desconcertada, inducirla a la confusión total y a cometer
equivocaciones.
Hay veces que, la fase de odio o violencia, empieza con toda claridad cuando la víctima reacciona e intenta obrar en tanto que sujeto y recuperar un poco de libertad. A partir de este momento abundarán los golpes bajos y las ofensas, así como palabras que rebajan, humillan y convierten en burla todo lo que pueda ser propio de la víctima.
A la hora de afrontar lo que les pasa, las víctimas se sienten solas. ¿Cómo hablar de ello a personas ajenas a la situación? ¿Cómo describir una mirada cargada de odio o una violencia que tan sólo aparece en lo que se sobreentiende y en lo que se silencia?
Hay veces que, la fase de odio o violencia, empieza con toda claridad cuando la víctima reacciona e intenta obrar en tanto que sujeto y recuperar un poco de libertad. A partir de este momento abundarán los golpes bajos y las ofensas, así como palabras que rebajan, humillan y convierten en burla todo lo que pueda ser propio de la víctima.
En esta etapa el perverso puede intentar que su víctima actúe contra él para poder acusarla de malvada y violenta.
Lo importante siempre es que la víctima parezca responsable de lo que ocurre. Ésta al principio se justifica, y luego se da cuenta de que cuanto más se justifica, más culpable parece.
Lo importante siempre es que la víctima parezca responsable de lo que ocurre. Ésta al principio se justifica, y luego se da cuenta de que cuanto más se justifica, más culpable parece.
No son pocos los casos que tal maniobra perversa condujo al desesperado suicidio de la víctima, del que el grupo queda impune.
Distinguiendo entre acoso velado y conflicto
evidente:
Según lo describe Hirigoyen es preciso
no confundir al acoso con el estrés, o con los conflictos que suelen surgir
entre las personas.
Lo que distingue el acoso moral del conflicto es el
carácter no explicitado del primero.
¿Acoso grupal o estrés por sobrecarga?
Tal como describe Hirigoyen, en el estrés, al
contrario de lo que sucede con el acoso, no hay intencionalidad malévola.
No hay que confundir exigencias laborales para
optimizar la eficiencia laboral de todo el grupo, del acoso moral que se dirige
sobre una persona en particular.
La gestión con estrés a veces genera consecuencias
desastrosas para la salud. En cambio, ya hemos visto cómo el acoso moral se
dirige específicamente a una persona. Esta violencia no es útil ni a la
organización ni a la buena marcha de la empresa y, en último término, produce
el resultado contrario.
Conflictos
Conviene igualmente distinguir el acoso insidioso
de un conflicto en el que se manifiestan los reproches (en cierto modo, se ha
declarado la guerra).
Hirigoyen sostiene repetidamente que si hay acoso moral, es precisamente porque no ha conseguido brotar ningún conflicto explícito, quedando velado e indefinido.
Hirigoyen también señala que es preciso
igualmente distinguir el acoso moral de:
- el maltrato por parte de la dirección
- Malas condiciones de trabajo
- Mala gestión de las personas
Hirigoyen considera que, aunque el acoso en el
ámbito laboral sea un fenómeno tan viejo como el mismo trabajo, sólo a a partir
de la década de los noventa se ha comenzado a identificarlo como un fenómeno
que destruye el ambiente de trabajo, disminuye la productividad y favorece el
ausentismo por desgaste psicologico.
EL MALTRATO PSICOLÓGICO EN LA VIDA FAMILIAR
Según la psiquiatra Marie-France Hirigoyen, existe la posibilidad de destruir a
alguien sólo con palabras, miradas, mentiras, humillaciones o insinuaciones, un
proceso de maltrato psicológico en el que un individuo consigue hacer
pedazos a otro.
El primer acto violento
siempre consiste en paralizar a su víctima para que no se pueda defender.
Pretende mantener al otro en una relación de dependencia o incluso de propiedad
para demostrarse a sí mismo su omnipotencia. La víctima, inmensa en la duda y
en la culpabilidad, no es capaz de reaccionar.
Todos estos rasgos constituyen
una serie de comportamientos deliberados por parte del agresor destinados a
desencadenar la ansiedad de la víctima, provocando en ella una actitud
defensiva, que, a su vez, genera nuevas agresiones.
Se trata de una estrategia perversa que no aspira a destruir al otro inmediatamente;
prefiere someterlo poco a poco y mantenerlo a su disposición, conservando
el poder para controlarlo. Intenta, de alguna manera, hacer creer que el
vínculo de dependencia es irremplazable y que es la víctima quién lo solicita.
Estas perversiones no
provienen de un trastorno psiquiátrico, sino de una fría racionalidad que se
combina con la incapacidad de considerar a los demás como seres humanos.
El acosador utiliza una
serie de métodos para desestabilizar al otro, como por ejemplo: burlarse de sus
convicciones, ideas o gustos; ridiculizarlo en público; dejar de dirigirle la
palabra; ofenderlo delante de los demás; privarlo de cualquier posibilidad de
expresarse; mofarse de sus con sus puntos débiles; hacer alusiones
desagradables, sin llegar a aclararlas nunca; poner en tela de juicio sus
capacidades de juicio y decisión, etc.
La
agresión propiamente dicha es constante y se lleva a cabo sin hacer ruido,
mediante alusiones e insinuaciones, sin que podamos decir en qué momento ha
comenzado, ni tampoco si se trata realmente de una agresión. Se presenta
continuamente y en forma de pequeños toques que se dan todos los días o varias
veces a la semana, durante meses e incluso años. Basta que la víctima revele sus debilidades para que el perverso
las explote inmediatamente contra ella.
El
mensaje de un perverso siempre es voluntariamente vago e impreciso y genera
confusión. Son precisamente estas técnicas indirectas las que desconciertan al
interlocutor y hacen que éste tenga dudas sobre la realidad de lo que acaba de
ocurrir.
Un verdadero
perverso no suelta jamás su presa.
Está persuadido de que tiene razón, y carece de escrúpulos o remordimientos.
Está persuadido de que tiene razón, y carece de escrúpulos o remordimientos.
El establecimiento del
dominio sume a las víctimas en la confusión: o no se atreven a quejarse o no
saben hacerlo.
Éstas describen un verdadero empobrecimiento, una anulación parcial de sus facultades y una amputación de su vitalidad y de su espontaneidad. Aunque sientan que son objeto de una injusticia, su confusión es tan grande que no tienen ninguna posibilidad de reaccionar.
Éstas describen un verdadero empobrecimiento, una anulación parcial de sus facultades y una amputación de su vitalidad y de su espontaneidad. Aunque sientan que son objeto de una injusticia, su confusión es tan grande que no tienen ninguna posibilidad de reaccionar.
Vencer a este tipo de
perversos, o esperar que cambien es prácticamente imposible. En
todo caso, la víctima debe analizar el problema empezando por dejar de lado la cuestión de culpabilidad.
Para ello primero debe
abandonar su ideal de tolerancia absoluta y empezar a reconocer que alguien a
quien ama presenta un trastorno de personalidad que resulta peligroso para ella
y que debe protegerse.
Otro
de los pasos esenciales consiste en dejar de justificarse. Todas las cosas que
hagamos o digamos el perverso cuenta con la rara habilidad de volverlas en contra
nuestra.
También
la víctima debe estar prevenida que cualquier cambio de actitud tenderá a
provocar un aumento de las agresiones y de las provocaciones.
El perverso, convencido de que tiene la razón tratará siempre de culpabilizarnos, por lo que esperar un cambio de actitud por parte de él es prácticamente imposible.
El perverso, convencido de que tiene la razón tratará siempre de culpabilizarnos, por lo que esperar un cambio de actitud por parte de él es prácticamente imposible.
Y bastante ingenuo
por cierto
Bibliografía:
Hirigoyen, Marie-France (1999) El Acoso Moral. Barcelona,
Editorial Paidós
Hirigoyen Marie-France (2004) El acoso moral en el trabajo. Conferencia del 17 de septiembre del 2004, en Valencia, subvencionada por la Agencia europea para la Seguridad y la Salud en el trabajo
"Y bastante ingenuo por cierto" es una frase digna de un acosador moral.
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