Hola amigos. En esta oportunidad comparto con ustedes una breve pero jugosa entrevista a uno de los popes de la Arqueología latinoamericana, cuyas palabras me recuerdan las de otro grande, Gregory Bateson:
"Lo que interesa al antropólogo no es la mera descripción, sino un grado ligeramente más elevado de abstracción... En cualquier caso, lo que interesa al antropólogo no es la mera descripción sino un grado ligeramente más elevado de abstracción, un grado más amplio de generalización. Su primera tarea consiste en reunir minuciosamente masas de observaciones concretas de la vida de los nativos, pero el paso siguiente supone no un simple resumen de tales datos sino interpretar los datos en un nivel abstracto que trascienda (tales datos)…El antropólogo debe inventar un vocabulario más abstracto con cuyos términos (pueda) describirse por igual la propia cultura y la de los nativos.”
"Lo que interesa al antropólogo no es la mera descripción, sino un grado ligeramente más elevado de abstracción... En cualquier caso, lo que interesa al antropólogo no es la mera descripción sino un grado ligeramente más elevado de abstracción, un grado más amplio de generalización. Su primera tarea consiste en reunir minuciosamente masas de observaciones concretas de la vida de los nativos, pero el paso siguiente supone no un simple resumen de tales datos sino interpretar los datos en un nivel abstracto que trascienda (tales datos)…El antropólogo debe inventar un vocabulario más abstracto con cuyos términos (pueda) describirse por igual la propia cultura y la de los nativos.”
"Un Arqueólogo no se puede quedar solo en la descripción"
Federico Kauffmann Doig, a sus 90 años, no se cansa de escribir, viajar
e investigar el pasado del Perú. Asegura que los tiempos con respecto a la
investigación han cambiado, y lo que
depara a los jóvenes arqueólogos es incierto si solo se quedan en lo
descriptivo. En noviembre del año pasado, recibió el Premio Adulto Mayor en
el Campo Intelectual Humanidades por parte de Prima AFP, una distinción que lo
honra y lo motiva a seguir en lo suyo: investigar.
Con miras al Bicentenario, ¿cuál ha sido para usted el gobierno que se
ha desempeñado mejor en cuidado el patrimonio cultural?
No hay ninguno sobresaliente, todos han hecho lo que han podido, con los
recursos limitados. Unos, tal vez, hicieron un poco más que otros, pero no más.
Tenemos una riqueza arqueológica inmensa que la hace difícil de cuidar. No los
culpo, porque son recursos limitados frente a una inmensidad. Los gobiernos
tienen el tema cultural en la última rueda del coche, por eso tenemos tantos
arqueólogos que no pueden trabajar como tales, sino que tienen que dedicarse a
otros oficios que no tienen nada que ver. Tuve la suerte de tener auspicios de
una fundación italiana que me permitió realizar 28 expediciones, de las cuales
12 realicé en Chachapoyas.
Hace unos años dijo en una entrevista que no era correcto sacar
patrimonio cultural como las momias para que sean estudiadas. ¿Por qué no es
recomendable?
No dije exactamente “sacarlas”, sino “sacarlas en forma secreta y
abrupta”, como pasó hace unos años, y me pareció mal.
¿Como lo hizo Eliane Karp en el 2006?
Exacto. Fueron 93 momias, en el año 2006. Todo fue un malentendido.
Recibí una carta firmada por cien personas de la comunidad de Leymebamba.
Contaron que, a las 5 de la mañana, un camión había forzado la puerta donde
estaban las momias que habían rescatado, pero lo consideraron un atropello
porque no les pidieron permiso. Dije que eso era una infamia. Sabía que las
momias habían salido con resolución suprema (de Alejandro Toledo), pero la
forma fue abrupta, que es una forma de afrenta. Entonces Karp me insultó y,
desde aquel momento, hubo una fricción. Dice ser antropóloga, pero no tiene
ninguna investigación, solo discursos. Ese no es el trabajo de un antropólogo;
por eso dije que era una profesional “chauchilla”, o sea, de medio pelo.
Si una comunidad descubre, por ejemplo, una momia, ¿este hallazgo le
pertenece o es del Estado?
Le pertenece al Estado, pero se deben tener ciertas consideraciones: ver
si realmente vale la pena llevarlo a un museo para que más gente lo pueda
admirar. O dejarlo en la comunidad para que los lugareños hagan su propio
museo. Siempre se debe buscar estar de acuerdo con las comunidades.
Durante la primera etapa de ejecución del proyecto de conservación y
puesta en valor del Gran Pajatén y Gran Saposoa, ¿qué descubrieron?
Organicé la expedición con unas 30 a 40 personas. Encontramos aparición
de líquenes entre las piedras, porque estas fueron asentadas con barro. Se
necesitan especialistas que puedan contrarrestar esto; además de reconstruir
todo mediante anastilosis, que implica colocar piedras que se han caído de un
muro y se sabe a dónde pertenecen, y ubicarlas en el lugar exacto, pero no
reemplazar con otra pieza. Hay normas rígidas de la Unesco, no se puede
reconstruir porque a uno se le da la gana. Ahora todo está en pausa porque se
han realizado cambios debido a los nuevos gobiernos regionales; igual hay
muchos arqueólogos que pueden hacer el trabajo que inicié.
Hace un momento mencionó que “tuvo suerte” de tener auspicios para
realizar expediciones. Hoy es algo escaso... Sí, es una pena.
Entonces, ¿cuál es el trabajo que tienen los jóvenes arqueólogos?
Es una pregunta que no puedo responder, porque no se trata solo de
cuidar, sino también de investigar, de ahondar en el pasado, y eso implica
viajar. Un arqueólogo no se puede quedar en la descripción, eso es muy básico.
Hay que sacarnos de la cabeza que, si se trata de monumentos en el Perú, todo
es el Cusco. El país no se resume en Machu Picchu. En Lima hay muchas huacas
que tenemos. ¿Cuántas de estas se cuidan? Ahí se deben poner los ojos y la investigación.
Perfil
Federico Kauffmann Doig es historiador, arqueólogo y
antropólogo. Estudió en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Ha
realizado aportes sobre las culturas Chavín y Chachapoyas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario