La antropóloga Hebe Vessuri, imágenes de archivo
Hola amigos.
Hace unos años, mientras buscaba en Internet
material para una ponencia sobre el papel de las universidades en la difusión
del conocimiento, me topé por primera vez con los textos de Vessuri, escritos mientras
colaboraba con las Universidades de Venezuela.
Sus reflexiones giran en torno a diferentes
academias de CyT latinoamericanas, insertas en un mundo donde las representaciones sobre
el carácter universal de la Ciencia, presionan económicamente, al tiempo que
ignoran las diferencias históricas y borran de un plumazo las particularidades culturales que identifican nuestros pueblos.
Luego de dar un vistazo a sus textos y como
suele suceder, no conseguí integrarlos en el material acotado, finalmente enviado
y expuesto. Sin embargo, recuerdo la sensación que experimenté en ese momento
respecto de inquietudes compartidas por los antropólogos latinoamericanos a la
hora de pensar las particularidades de la Patria Grande.
En esta oportunidad, comparto con ustedes una
entrevista que le realizara el Conicet en mayo del año pasado, con motivo del Premio John D. Bernal,
otorgado por la Society for Social Studies of Science por sus contribuciones
fundamentales al campo de la CyT.
La recordamos porque recientemente, el gobierno
argentino, consecuente con políticas públicas de ajuste y reconocido desprecio por
todo lo vinculado con las Ciencias Sociales, ha decidido despedirla del Conicet
dejándola literalmente en la calle y sin trabajo a sus 76 años.
30/05/2017 - CONICET- NOTICIAS
INSTITUCIONALES
Hebe Vessuri,
la primera investigadora de Latinoamérica que recibe el Premio John
Bernal
(Hebe Vessuri, científica del CONICET galardonada.
Foto: gentileza investigadora.)
La
Dra. Hebe Vessuri, antropóloga investigadora principal del Consejo
Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), ha sido
distinguida con el Premio John D. Bernal de la Society for Social Studies of
Science (4S), que se otorga anualmente a un académico que haya hecho una
contribución fundamental en el campo de la Ciencia, la Tecnología y la Sociedad
(CTS). Cabe destacar que es la primera vez que este premio se otorga a un
investigador que no pertenezca a Europa o a los Estados Unidos.
Personalidad fundamental para
el desarrollo de los estudios sobre la ciencia en América Latina, referente
para varias generaciones que se interesaron por estos temas y se formaron bajo
su influencia y consejos, Vessuri es autora y editora de 31 libros, y cientos
de artículos, capítulos de libros e informes gubernamentales, escritos en
inglés, español, francés y portugués.
Mediante su investigación,
demostró cómo los estudios etnográficos de las ciencias pueden brindar
elementos tanto para la teoría social como para la política. Su concepción de
los estilos nacionales de ciencia, ciencia periférica y del papel cultural de
la ciencia en los países menos desarrollados ha sido particularmente influyente
el Sur Global, ayudando a dar visibilidad a los estudios CTS en los países “no
hegemónicos”.
-¿Por
qué decidió ser científica?
-No fue una decisión sino una
evolución a partir de inquietudes permanentes relacionadas con un sentimiento
muy básico de curiosidad y deseo de entender el mundo, que siempre me llevó a
explorar temas particulares. Así, me acuerdo que cuando entré a la Facultad de
Filosofía y Letras en la UBA en 1962, ya en el curso introductorio de
literatura con Ana Maria Barrenechea decidí que iba a hacer mi tesis de
licenciatura sobre Los nombres de Cristo de Fray Luis de León. Sin
embargo, me fui enseguida de Argentina a estudiar a Inglaterra así que nunca
hice esa tesis, pero la inquietud de investigar ya estaba allí. Además, me
había acostumbrado a estudiar sola para preparar los exámenes de cuarto y quinto
año del bachillerato que rendí libre porque me impacientaba estar en la escuela
secundaria. Claro que mi mamá, preocupada cuando dejé la escuela, me exigió que
fuera a trabajar (mientras estudiaba en mi casa). Así que estudié y trabajé
desde los 16 años. Y a los 19 me fui a Inglaterra.
–
¿Cómo comenzó la investigación sobre su tema de estudio?
–A los 18 años comencé a estudiar la carrera de
Letras en la UBA e hice una inscripción simultánea en Antropología aunque no
llegué a terminar el primer año de esa carrera allí; muy pronto me fui a
Inglaterra e ingresé en Oxford en Antropología donde mi tutor fue el gran
Edward Evans-Pritchard. Allá estudié Antropología Social e hice mi tesis de
maestría con Rodney Needham sobre los Bororo del Mato Grosso-Brasil, y la tesis
de doctorado sobre el campesinado sin tierra en la zona de riego del Río Dulce,
en Santiago del Estero, Argentina, bajo la supervisión de David Maybury-Lewis y
Ramond Carr. De Inglaterra en 1966 pasé a Canadá donde hice docencia en
universidades canadienses mientras estudiaba para mi doctorado en Inglaterra
con una beca del Canada Council.
Regresé a Argentina en 1971 y
fui a trabajar a la Universidad Nacional de Tucumán, desarrollando una línea de
investigación referida a la organización familiar y laboral entre los obreros
rurales de los ingenios azucareros en esa provincia.
En 1976 me trasladé a
Venezuela acompañando en el exilio a mi esposo que también era antropólogo e
investigador del INTA, y por azar caí en un área de trabajo sobre política y
transferencia de tecnología en el Centro de Estudios del Desarrollo (CENDES) de
la Universidad Central de Venezuela donde también estaba, entre otros
argentinos, el Dr Manuel Sadosky. Comencé trabajando sobre formas de
organización tecnológica en la agricultura venezolana, el sistema de roza y
quema, la reforma agraria, la explotación agrícola familiar. Un par de años más
tarde ya estaba trabajando en firme en los estudios sociales de la ciencia y la
tecnología, en un compromiso formal con la institución de desarrollar un
programa de posgrado en ese campo y el programa de investigación
correspondiente. De esa forma, el CENDES tuvo el primer programa de estudios
CTS en América Latina, con colegas venezolanos que acaban de regresar del SPRU
(Science Policy Research Unit) en la Universidad de Sussex. Llevé
profesores visitantes de Inglaterrra, Francia, Canadá, Colombia y Brasil
para que nos asesoraran, y logré firmar un Convenio inter-institucional
CENDES-CONICIT por diez años para desarrollar el área de Ciencia y Tecnología
en esa institución.
Fue un período enormemente
creativo en un medio local abierto y ávido de cambios. Recuerdo que mi primera
investigación en esa área fue el estudio de la institucionalización de la
Catálisis en Venezuela, que parecía muy relevante para un país petrolero. A ese
estudio siguieron muchos otras investigaciones, en la que fui tratando de
incorporar a estudiantes que serían los futuros investigadores CTS de
Venezuela.
-¿Cuál
es la dimensión social de la ciencia y la tecnología a lo largo de la historia,
y actualmente?
-La ciencia en Argentina ha
resurgido en el siglo XXI después de varias décadas de destrucción y éxodo de
buena parte de su potencial humano de relevo, lo que resultó en tremendos
huecos y non sequiturs que todavía se observan en la
institucionalidad científica en el presente y que marcan un paisaje de
modernidad y sofisticación coexistiendo con abismos profundos de atraso o
carencia. Celebro el resurgimiento y los logros alcanzados, especialmente en la
recuperación de la actividad científica como compromiso de vida, con
dedicaciones exclusivas y crecimiento de nuevas generaciones de científicos a
través de los varios planes públicos de formación y perfeccionamiento, la
reconstrucción de la misión de investigación como parte consustancial de la
vida universitaria, aunque falta mucho por consolidar y desarrollar. La
Argentina ha venido haciendo esfuerzos para una retomada rápida de desarrollos
que en décadas pasadas se han venido dando en otros países de la región que
siguieron avanzando cuando Argentina quedó rezagada. No debería perderse el
impulso porque sin el respaldo público y privado adecuados se corre el riesgo
de perder los logros rápidamente y en un mundo globalizado la circulación de
competencias nos haría perder talentos valiosos que el país pudiera aprovechar
mejor. Ha habido fuertes avances en el acercamiento de la ciencia a la
sociedad, sin embargo es necesario trabajar en múltiples frentes con programas
claros y de mediana y larga duración que no se interrumpan por procesos o
resultados electorales.
La expansión y aceleración de
la interconectividad global tiene implicaciones socioeconómicas e ideacionales
significativas que reconfiguran el sistema internacional. El mundo ha entrado
en una era nueva y la institución científica también ha cambiado. No es la
misma que a mediados del siglo XX, se hace y funciona en una realidad muy
diferente. La actual narrativa descriptiva del conocimiento la muestra
como una red con múltiples nodos y conexiones, y como un sistema dinámico muy
diferente de la noción común hace unas pocas décadas de una estructura básica
lineal de retórica disciplinaria. La metáfora de unidad, junto con los valores
de universalidad y típicos del pasado reciente han sido en buena medida reemplazados
por otras que enfatizan la pluralidad y la relacionalidad en un mundo complejo.
Las formas de evaluación de la actividad científica en el ámbito internacional
están cambiando de manera acorde. Acá observo también intentos de cambio en ese
sentido, aunque todavía demasiado tímidos y que reflejan un sistema tradicional
y burocratizado que puede eventualmente frustrar vocaciones y talentos.
-¿Cómo
supo que había sido galardonada con el premio John D. Bernal?
–Recibí un mensaje por correo
electrónico de la presidenta de la Society for the Social Study of Science
(4S). No tenía la menor idea de que hubiera sido nominada al Premio por algunas
personas. Y en todo caso sigo sin saber quiénes fueron. Fue un momento de
alegría y satisfacción para mí pues representa el reconocimiento de un esfuerzo
sostenido por muchos años desde los márgenes donde siempre considero que he
estado, tratando de lograr entusiasmar a otros, jóvenes y viejos, a que
trataran de entender las complejas relaciones de la ciencia, sus disciplinas,
formas de organización, epistemologías, métodos y estructuras cognitivas con
las culturas y sociedades humanas de las que son parte. En particular me
interesó estudiar las causas de lo que parecía el fracaso persistente de
construir sociedades modernas, abiertas, más equitativas en América Latina. El
papel de los científicos y de la ciencia en todo esto prometía ofrecer algunas
claves para entender, especialmente en escenarios como Venezuela, mi país de
adopción en la década de los setenta, en el contexto de una “nueva” democracia
plena de entusiasmo y creatividad, así como de mi país de origen, la Argentina,
golpeado por los oscuros años de la dictadura y la represión. Descubrí que los
científicos estaban genuinamente interesados en discutir el futuro del país y
de la región. De una u otra forma, esta preocupación por entender el rol de la
ciencia y de los científicos en el mundo en desarrollo me ha acompañado desde
entonces.
He trabajado sobre jerarquía y
estratificación en la organización social de la ciencia, las modalidades del
quehacer científico en las periferias del mundo en desarrollo y las estrategias
de los científicos en los países del sur global para hacer visible su trabajo.
Una premisa de mi trabajo ha sido estudiar el dilema entre o bien usar/hacer
ciencia para responder a los desafíos de las sociedades locales o bien el
intento de científicos por integrarse potencialmente a la corriente principal
de la ciencia siguiendo las agendas internacionales. Me ha guiado el
reconocimiento de que el conocimiento está “situado”, y he tratado de estudiar
algunas de las trampas del juego de la ciencia internacional complicado por las
reglas de las estructuras de financiamiento y la filantropía. Una y otra vez me
sorprendí dándome cuenta que comunidades científicas del Norte, más fuertes,
redescubrían ideas propuestas y discutidas por grupos de científicos en al Sur
global, que en el camino perdían el rastro de su origen por la “invisibilidad”
de la ciencia más allá de los centros mundiales.
Pienso que el tener una
relación particular con “lo nacional” porque tuve que exiliarme tempranamente
de mi país y porque a pesar de que me incorporé en cuerpo y alma a Venezuela
siempre me sentí extranjera allí, al igual que en Brasil, Canadá, Inglaterra,
México y en todos los lugares donde me tocó vivir en algún momento, me ayudó a
desenvolverme en agencias, comisiones y programas internacionales con una
visión creo que tal vez más genuinamente internacional y universal, advirtiendo
diferencias, asimetrías y elementos compartidos. Siempre me sentí
latinoamericana y traté de entender lo que eso significa en el concierto
dinámico de naciones y bloques mundiales. Como una constante de mi trabajo,
desde mi tesis de doctorado sobre los temas de igualdad y jerarquía en un
campesinado pobre en Santiago del Estero, he tratado de explorar las formas y
causas de las desigualdades, asimetrías e inequidades en la búsqueda de un
mundo mejor.
Ahora, desde el Instituto
Patagónico de Ciencias Sociales y Humanas del CONICET, donde me he encontrado
con un grupo excelente de colegas más jóvenes, quiero acercarme a diversos
“sitios” de conocimiento en esa vasta región, para conocer cómo viven
científicos, ingenieros, técnicos, profesores, obreros, empresarios. Todos son
necesarios, todos son valiosos para construir un país, una región, una
comunidad.
-Es
la primera vez que se otorga este galardón a un investigador por fuera de
Europa y Estados Unidos, ¿por qué cree que es así?
-Creo que tal vez sea que,
como lo manifiesto en mi nota de aceptación del premio, “con el tiempo se
vuelve genuinamente posible un esfuerzo más internacional a través del cultivo
de la diversidad”. Me reconforta que tal vez signifique que las distancias se
van disolviendo y perdamos los miedos a medida que conozcamos mejor a quienes
son diferentes de nosotros. Tenemos un maravilloso idioma, el castellano, que
nos une aunque también nos separa en un mundo globalizado que se comunica en
inglés. Sin embargo, es cada día más fácil aprender nuevas lenguas y se vuelve
cada día más factible contar con traductores automáticos que contribuyen a
vencer las barreras idiomáticas, que tanto han impedido que se conozca mejor la
producción intelectual de la región. Creo que al darme el Premio Bernal se
reconoce la existencia y avances de una comunidad de investigación en América
Latina que habla español y portugués y que aporta al caudal común del
conocimiento en el campo de los estudios sociales de la ciencia y la
tecnología.
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