Hola amigos. Hoy, 8 de marzo y en el día
internacional de los derechos femeninos conmemorado en muchas ciudades del
mundo, me parece adecuado ofrecer un recorrido de cómo la gran cantidad de
datos acumulados en las últimas décadas invitan a repensar la función de
sacerdotisas asignada sin más discusión a mujeres precolombinas de élite.
El ajuar de la Dama del Cao, las pirámides Nasca,
la dama de Pacopampa, y el más reciente hallazgo de la mujer de Chornancap,
abren el debate que rompe con estereotipos de género.
Como me gusta repetir, una cosa son los datos y otra muy distinta la interpretación de esos datos. abiertos a una permanente revisión en el devenir de la ciencia.
Como me gusta repetir, una cosa son los datos y otra muy distinta la interpretación de esos datos. abiertos a una permanente revisión en el devenir de la ciencia.
Símbolos prehispánicos del
poder femenino
Un recorrido por los hallazgos que demuestran la importancia de las mujeres en el Perú precolombino.
En el museo de la Universidad de
Denver, Estados Unidos, hay un vaso de plata repujada que debería estar
expuesto en el Perú. Está cubierto de dibujos y escenas que resumen la historia
de una pirámide de barro trunca, de 40 metros de altura, que se encuentra en el
interior del bosque seco lambayecano rodeada de algarrobos, espinos y campos de
cultivo. Si proyectásemos todos esos diseños que cubren la base y las caras del
vaso de Denver en su totalidad, tendríamos una especie de mapa del tesoro, en
que aparecen personajes, símbolos, iconografías y detalles que los arqueólogos
descubrieron —como ha ocurrido con otros vasos y en distintos enterramientos—
en esa huaca que tiene forma de t.
Vaso de Denver
En los años noventa, Christopher Donnan
había encontrado, en la parte norte de la huaca de adobe, pinturas murales,
mobiliario y enseres que indicaban la existencia de un trono. El principio de
dualidad de las sociedades precolombinas —a un elemento le corresponde su
opuesto con el que se complementa— hizo sospechar al arqueólogo Carlos Wester
que, en la parte sur, habría un enterramiento de élite. El vaso de Denver de 17
centímetros cuenta la historia de Chornancap —el nombre que tiene el enterramiento—,
de la mujer que encontraron dentro y de gran parte de la cultura Lambayeque,
también conocida como Sicán.
Otras tumbas de élite
La dama del Cao
Antes de esta cultura ya se conocían
mujeres que pertenecían a las más altas jerarquías del poder. Algo que
atraviesa todas las culturas y épocas del Perú. Régulo Franco encontró a la Dama de Cao (La Libertad, km 604
Panamericana Norte) en un fardo funerario de unos 100 kilos de peso formado por
casi 30 capas de mantos, vestidos y adornos metálicos. Le sorprendió el
excelente estado de conservación en que se encontraba la momia —de una mujer de
25 años que falleció por complicaciones en el embarazo—, y su cuerpo cubierto
de tatuajes de arañas, monos, serpientes, felinos y aves, realizados con un
compuesto del mercurio llamado cinabrio.
Luis Jaime Castillo y Christopher
Donnan descubrieron en diferentes cámaras funerarias de gran tamaño, ubicadas
en San José de Moro, Chepén (La Libertad, km 761 Panamericana Norte), varias
mujeres adornadas con riquísimos ajuares, entre las que había por lo menos una
niña. También encontraron restos en los que se evidenciaban producciones
masivas de chicha y de alimentos, que podrían responder a encuentros de
personas que llegaban a este sitio de La Libertad por motivos religiosos
vinculados a las sacerdotisas.
Reconstrucción del ajuar de la Dama del Cao
Pirámides Nasca y momias femeninas de élite
En Nasca (km 451 Panamericana Sur)
hay 34 pirámides de adobe cubiertas por las arenas del desierto en un área
equivalente a unos 2.400 campos de fútbol profesionales. El arqueólogo italiano
Giuseppe Orefici ha desenterrado una de esas pirámides en Cahuachi y ha encontrado
tejidos, cerámicas, restos de cultivos y miles de pedazos de antaras de
cerámica. Todas estas piezas se observan en un magnífico museo del centro de la
ciudad: el Antonini. Parece que Cahuachi fue el epicentro más importante de los
nasca, a donde llegaron personas de otras latitudes y desde donde se idearon
las líneas que se observan en avioneta. En una posición privilegiada dentro de
la pirámide, Orefici halló la momia de una niña. Estaba cubierta de joyas,
rodeada de cerámicas en miniatura y tenía una nariguera de oro que tapaba su
cara coloreada de rojo. Además, la envolvía un tejido que tenía pinturas y
bordados de orcas, la máxima divinidad de los nasca junto al felino.
La señora de Pacopampa
Incluso antes, en el periodo
formativo, se hallaron enterramientos de mujeres de élite, como la que encontró
el japonés Yuji Seki en Pacopampa, una señora que vivió hace 3000 años, que presenta el cráneo deformado, acompañada de un rico
ajuar de oro y conchas marinas,además de gran cantidad de ofrendas.
Y si nos vamos más atrás seguiremos observando representaciones de lo femenino, vinculado al poder político, religioso y ritual: desde que los grupos nómadas adornaban las paredes de las cuevas y las montañas con pinturas rupestres y petroglifos, como los que estudia Santiago Rivas en el corazón de la selva que rodea Balsapuerto (Loreto), donde se aprecian batracios preñados —animales asociados a su vez a ritos para obtener lluvia— y siluetas de mujeres con tocados
Y si nos vamos más atrás seguiremos observando representaciones de lo femenino, vinculado al poder político, religioso y ritual: desde que los grupos nómadas adornaban las paredes de las cuevas y las montañas con pinturas rupestres y petroglifos, como los que estudia Santiago Rivas en el corazón de la selva que rodea Balsapuerto (Loreto), donde se aprecian batracios preñados —animales asociados a su vez a ritos para obtener lluvia— y siluetas de mujeres con tocados
Dama de Pacopampa
Ajuar y spondylus
Lo más llamativo de estas mujeres resulta su ajuar funerario, que no es más que la representación del enorme poder que manifestaban. En sus tumbas se han obtenido coronas, máscartas y orejeras de oro. Tejidos y cerámicas finísimas que procedían de la sierra, quizás ofrecidas como ofrendas. Pectorales de metales preciosos.Vasos de plata, báculos y cetros de oro. Lapislázuli procedentes de lo que hoy es Chile, y ojos de Tigre procedentes de Brasil. Collares elaborados por miles de cuentas diminutas de spondylus, la concha roja y blanca que medra en las cálidas aguas de la costa peruana, y fuera considerada sagrada desde lo arcaico.
El spondylus, conocido como mullu y asociado a enterramientos de élite, está presenta en las iconografías de tejidos y cerámicos de varias culturaas y una vez molido era rociado en los caminos como señal de purificación por los que pasaban los gobernantes de la época. En torno a este bivalvo se generaron vastas redes de intercambio entre Chile y Cetroamérica, y parece, según María Rostworowsky, que la conquista inca de Tumbes y Piura fue impulsada para asegurar y controlar la producción del bivalvo sagrado.
Lo más llamativo de estas mujeres resulta su ajuar funerario, que no es más que la representación del enorme poder que manifestaban. En sus tumbas se han obtenido coronas, máscartas y orejeras de oro. Tejidos y cerámicas finísimas que procedían de la sierra, quizás ofrecidas como ofrendas. Pectorales de metales preciosos.Vasos de plata, báculos y cetros de oro. Lapislázuli procedentes de lo que hoy es Chile, y ojos de Tigre procedentes de Brasil. Collares elaborados por miles de cuentas diminutas de spondylus, la concha roja y blanca que medra en las cálidas aguas de la costa peruana, y fuera considerada sagrada desde lo arcaico.
El spondylus, conocido como mullu y asociado a enterramientos de élite, está presenta en las iconografías de tejidos y cerámicos de varias culturaas y una vez molido era rociado en los caminos como señal de purificación por los que pasaban los gobernantes de la época. En torno a este bivalvo se generaron vastas redes de intercambio entre Chile y Cetroamérica, y parece, según María Rostworowsky, que la conquista inca de Tumbes y Piura fue impulsada para asegurar y controlar la producción del bivalvo sagrado.
Para responder la pregunta sobre
las mujeres en la cultura lambayeque, Carlos Wester y su equipo debían excavar
en la parte sur de Chornancap, donde encontraron al personaje con ojos en el
cuerpo y corona de serpientes en la cabeza que aparece en las iconografías del
vaso de plata de Denver.
La
mujer de Chornancap y sus ofrendas
Cuando descubrieron a la mujer de
Chornancap, esta miraba al este, que es el territorio de la luna, y se ubicaba
de espaldas al mar. Estaba enterrada a 60 centímetros por encima de un hombre
que tenía perlas y un collar de spondylus, y que estaba acompañado
de dos jóvenes. Este enterramiento superpuesto era algo inédito en la
arqueología peruana. El hombre se encontraba junto a la capa freática, el agua,
el elemento del que nacieron los spondylus que llevaba en el
cuello. Quizá por su ubicación y sus ornamentos podía tratarse del buzo
especialista en obtener esas conchas.
La mujer tenía ofrendas que venían de
regiones lejanas, como los pectorales elaborados con conchas ecuatorianas y el
oro de sus joyas que provenía de la selva del Marañón, donde viven los jíbaros,
los aguarunas y los huambisas. Estaba acompañada de ocho mujeres jóvenes y un
camélido. Su cuerpo aparecía cubierto de anillos, brazaletes y pectorales,
hechos de oro y piedras semipreciosas. Junto a ella, había copas, un cáliz,
cetros y más perlas. Estaba cubierta de mantos que tenían 90 discos cosidos y cuyos
significados remiten a la luna. Su ajuar incluía tocados, orejeras de oro con
grabados de olas y cactus sampedro, collares de spondylus,
cerámicas en miniatura, un cuenco de plata repujada con serpientes y jaguares,
y una corona en la que se aprecia un ave cayendo en picada. Muchos de esos
símbolos remiten al relato de Naylamp, el dios fundador de los sicán, y sitúan
a la difunta en la cúspide del poder entre ellos.
Reconstrucción del ajuar de la mujer de Chornancap
Revisión del poder femenino en mujeres de elite
El descubrimiento de la mujer de
Chornancap, corrobora algo que se hunde en la noche de los tiempos: en las
sociedades precolombinas las mujeres han participado del poder político más alto, al igual
que los hombres. Los arqueólogos discrepan: ¿eran Sacerdotisas?, ¿Reinas?,
¿Curacas?, ¿Chamanas?
El norte ha sido especialmente pródido
de ese poder femenino: no solo por las mujeres de Chornancap, Cao o San José de
Moro. También porque, en muchas representaciones de cerámicas, frisos, vasos de
plata, relatos, figurines, telares, murales, etc., lo femenino ha ordenado,
dirigido y completado de significado el mundo en que los antiguos se
encontraban. Se las ve en dibujos montadas en la luna, copulando con jaguares,
el animal divino por excelencia, rodeadas de personas y adornadas con tocados y
coronas.
La dualidad complementaria y el
territorio de la luna
Unos siete mil años atrás, grupos
nómadas recorrían el valle lambayecano, que se extiende desde el generoso
océano Pacífico hasta la cordillera en torno a Olmos. La geografía, ubicación y
clima que posee lo hacen uno de los valles más fértiles, desde el punto de
vista agrícola, del mundo. Ahí se domesticaron plantas que, a medida que se
cultivaban, provocaron la sedentarización de los grupos, lo que permitió mucho
después el nacimiento de esas poderosas y fascinantes culturas cupisnique,
moche, chimú o sicán, que se dedicaron más al arte, la ingeniería y los viajes,
que a la guerra y los intereses imperialistas.
El salto del nomadismo, vinculado al
fuego y a los grupos de cazadores, al sedentarismo de los cultivos facilitó la
emergencia de las mujeres y su identificación con la tierra y la luna como
divinidades femeninas. Como la madre tierra, las mujeres eran las proveedoras y
las que alimentaban al grupo con las plantas de cultivo. Actividades que eran una
extensión de las tareas de recolección en las que ellas destacaban desde hacía
miles de años. A su vez, los cultivos dependen de la luna. Esta rige las
mareas, las lluvias, los ciclos de las plantas y, además, se la vincula a los
periodos menstruales.
Desde los tiempos más antiguos, la
tierra y la luna se convirtieron en territorios femeninos, es por eso que la
mujer de Chornancap se ubicaba de espaldas al mar (el espacio masculino) y
miraba a la luna (el territorio femenino).
No son comunes los templos dedicados
a la feminidad. Pero tampoco lo eran los destinados al dios Inti.
Quillarumiyoq, “el lugar de la roca dedicada a la luna”, está ubicado en las
partes altas de Ancahuasi, a 45 km del Cusco (km 921 IIRSA Sur). En el sitio
hay terrazas, canales de agua, una cueva con petroglifos y pinturas en mal
estado de conservación, y una roca que destaca por su tamaño. Tiene grabado un
diseño único en los Andes: un semicírculo perfecto que incluye ocho tallas
cuadrangulares que podrían indicar las fases de la luna. Parece que
Quillarumiyoq era un centro de culto a Quilla, la diosa de las plantas, el
firmamento y los cultivos, la protectora de las mujeres y la que les enseñaba a
tejer.
Todo esto, en el norte, centro y sur,
en la costa, sierra y selva, se basa en el principio de la dualidad que define
las cosmovisiones de las culturas precolombinas: sol y luna, hombre y mujer,
dentro y fuera, arriba y abajo, tierra y mar.
Se trata de diferentes que se
complementan (creo que los términos de la
dialéctica clásica referidos a opuestos semánticos merecen una revisión
profunda) de cuya articulación emergen, juntos, entidades nuevas. Este concepto
se observa de manera clara en Ventarrón, a 40 kilómetros de Chiclayo.
Huaca Ventarrón, 5000 AP
Cuando Ignacio Alva descubre huaca
Ventarrón resuelve otro vacío que existía en las culturas del norte del país.
En torno a Ventarrón se asentaron hace cinco mil años los primeros agricultores
para cultivar pacaes, zapallos, pallares, camotes y algodón, que utilizaban
para preparar redes de pesca. Además de esos cultivos, Alva ha encontrado una
trompeta hecha de caracol tumbesino y una momia de guacamayo amazónico que
muestran cómo, desde las épocas más remotas, los locales seguían rutas de
intercambio con otros puntos lejanos de la costa, y con la selva, a través del
Abra Porculla, el cruce andino más bajo.
Murales policromados realizados hace 5000 años, los más antiguos de América
Era tan importante Ventarrón que por
primera vez en América se pintaron murales policromados (2.600 a. C.) en los
que, en el mismo nivel, el dualismo masculino femenino está presente. En una de
las salas se observa un muro cubierto de dos franjas rojas que delinean una
blanca, lo que recuerda a la bandera peruana. Para Alva, el blanco masculino
designa el color del semen y los huesos; y el rojo femenino, la sangre y la
menstruación. En el recinto más grande de la huaca, se observa el mural más
antiguo de todos: un venado atrapado en una red, que es la preocupación de
estas incipientes sociedades agrícolas de cuidar sus cultivos de los animales
que rondaban los valles. En este recinto, en los muros de barro inferiores y
más antiguos, se observa dos altorrelieves: uno de ellos son dos pescados
puestos uno contra el otro encima de un fogón; y, en el otro extremo de la
sala, una zarigüeya. El primero remite a símbolos y espacios masculinos, como
el mar y el fuego. La zarigüeya conecta con lo femenino: es un marsupial que
lleva a las crías en la bolsa y está asociada a la tierra.
El poder de los complementarios
Caral
Para revisar estos supuestos, resulta
válido incorporar observaciones de la sociedad de Caral, que cuenta con 5000
años de antigüedad. Según Ruth Shady, no era matriarcal, sino un mundo basado
en la reciprocidad y la complementariedad de los opuestos: cuando a la mujer le
tocaba ejercer el poder, simplemente lo ejercía.
En una cosmovisión basada en la
dualidad se valora, precisamente, la diferencia: de géneros, funciones o
capacidades. Porque solo las diferencias alimentan y crean nuevas y más
poderosas entidades. El poder, más que títulos, es la manifestación de esa
complementariedad, el ejercicio de la dualidad.
Cuando llegaron los españoles se
encontraron con una realidad diferente a la de Europa del siglo XVI. Llegaron
más preocupados por enriquecerse (la naturaleza y el otro como objeto) y
evangelizar. Su punto de vista era el del dios único (frente a la multiplicidad
de divinidades) y antropocéntrico (frente a cosmovisiones que humanizaban y
dotaban de alma a la naturaleza). Y esto, no es de extrañar, provocó una
fractura. La historia antigua está ahí para admirarse de ella y poder
transformar el hoy.
Sitio de Caral, emplazado hace 5000 años
Geoglifos de Caral, realizados 3000 años antes que las lineas Nasca
Conclusiones
Muchos de estos trabajos son
incipientes y más en un país tan complejo como el Perú. Toca a los arqueólogos,
a pesar del escaso apoyo que reciben, ir más allá de sus destinos de
investigación y entender mejor cómo fueron esas relaciones a lo largo de las
regiones del país, entender mejor las iconografías y relatos, completar las
genealogías de dioses y autoridades con nuevos descubrimientos, en los que
siempre aparecen las mujeres.
(Texto inicial gentileza del Grupo de Arqueólogos del Perú)
Hasta la próxima amigos!!!
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