En la entrada de hoy, comparto una breve reflexión respecto
al candente tema de las migraciones masivas. Como siempre resultan útiles las
clasificaciones conceptuales a la que los antropólogos somos tan afectos, me parece
que vale la pena diferenciar entre los distintos sentidos que esconde el concepto general de migración humana.
La migración humana en busca
de recursos remite a una experiencia que acompaña a los humanos desde sus
orígenes como especie y motivó la población de distintos continentes en busca
de algo tan básico como refugio y comida.
Ese deseo inicial hoy día a su vez permite diferenciar entre
quienes procuran un sustento básico que no consiguen en su localidad y quienes viajan
a otro país en procura de progreso
legítimo en su profesión.
Por otra parte, la migración
en busca de refugio para huir de la guerra o la persecución por motivos
étnicos o religiosos, tampoco constituye un fenómeno nuevo.
Argentina y otros
países de América Latina se enorgullecen de su larga tradición para recibir a
ciudadanos de diferentes nacionalidades. Mientras se constituía como Estado, la
Argentina aceptó el ingreso de un contingente de galeses que solicitaron ingreso como resultado de
persecución religiosa para asentarse en la Patagonia, arribando efectivamente durante el año 1865.
También existen registros formales del
ingreso en América de dos millones de rusos judíos entre 1880 y 1920 con motivo
de los pogroms, palabra que en ruso significa “devastación” e
identifica el linchamiento de un grupo por diferentes motivos que siempre va
acompañado del expolio de sus bienes.
Parece que hace falta recordar que los recientes contingentes
desesperados por sobrevivir al conflicto en Medio Oriente si se les diera a
elegir, permanecerían en sus casas, sus trabajos, cerca de su familia y
afectos, y que se movilizan porque simplemente quieren sobrevivir los estragos
causados por los mismos gobiernos que no quieren proporcionarles refugio. Por
fortuna, la presión internacional finalmente movilizó al menos el reconocimiento
del status de Refugiado, no de simples migrantes que buscan sacarles el trabajo
a los europeos.
Para reflexionar respecto de grupos
migratorios al interior de África, los invito a conseguir la película Yo, un negro realizada en 1958 por el antropólogo Jean
Rouch, que describe las ilusiones y anhelos de un grupo de amigos que migran a la
capital en busca de trabajo.
El siguiente sitio ofrece una breve
reseña para lectores con poco tiempo o quienes no logren acceder a la peli
Más sobre Jean Rouch en mi entrada:
Sólo el tiempo dirá cómo se resuelve el flujo de miles y miles de personas que huyen con desesperación de una muerte anunciada.
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