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domingo, 3 de septiembre de 2017

Antroponotis- Espacio precolombino especializado en adornos personales

Aretes o pendientes realizados con almejas  tallados delicadamente 
(Cerro de las Trincheras)

Hola amigos.
En esta ocasión comparto información recientemente publicada en el boletín mexicano del Instituto Nacional de Arqueología e Historia (INAH) sobre una Comunidad precolombina dedicada a la realización e intercambio de sofisticados adornos personales.
Quisiera recordar que tales informes no suelen improvisarse. En este caso, la arqueóloga a cargo de la investigación se encuentra trabajando en el proyecto desde el año 1979.


Adornos realizados con almejas MARINAS 
DAN IDENTIDAD A LOS PUEBLOS DEL DESIERTO DE SONORa


 Muros de piedra que acogen la espiral del mar.
Así define la arqueóloga Elisa Villalpando Canchola al pueblo prehispánico Cerro de Trincheras, ubicado en territorio mexicano. Construido en la ladera de un cerro de 170 metros de altura en la cima se encuentra un espacio abierto, delimitado por muros de más de metro y medio de altura colocados en forma de espiral de modo tal que reproducen espacialmente el caparazón seccionado de un caracol.
Una de las hipótesis respecto a las razones del asentamiento sobre un cerro aislado, propone que se trataba de un centro especializado en la manufactura, distribución e intercambio de adornos personales.
Lo que sí ya está confirmado por el registro arqueológico es que los habitantes de Cerro de Trincheras produjeron gran cantidad de ornamentos de ese material marino hace 600 años, aunque la tradición de elaborar adornos como símbolo de status personal se extiende a un momento que se hunde en la noche de los tiempos.

En 25 años de investigación, arqueólogos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y la Universidad de Binghamton, EU, han recuperado tan sólo en Cerro de Trincheras más de 7 kilogramos de concha marina trabajada, correspondiente a 52 géneros y 69 especies procedentes del Golfo de California. Los géneros más comunes son Glycymeris (54%) y Connus (26%), con los cuales se elaboraron cuentas (21.6%), anillos (20%) y brazaletes decorados con hermosos grabados de motivos geométricos (17%).



La arqueóloga Elisa Villalpando Canchola, co-directora del proyecto de investigación en Cerro de Trincheras  y La Playa, explica que las conchas no sólo han servido a los grupos humanos como fuente de alimento, sino su uso ornamental ha sido importante marcador de status social, identidad grupal, incluso de género, edad y relaciones entre diferentes grupos.
Es el caso de las primeras comunidades de agricultores del desierto de Sonora, donde los rastros arqueológicos indican la existencia de antiguos talleres de producción de ornamentos elaborados con el caparazón de bivalvos y caracoles.
Con una historia de alrededor de 10,000 años de ocupación, La Playa conservó grandes cantidades de la almeja Glycymeris, señal de que la producción de ornamentos con esta materia prima fue una de las actividades especializadas realizadas allí.



Asimismo, ha advertido que los “aretes” no se producían para ser usados por la población local de La Playa, en tanto no se han encontrado en los entierros como parte del atuendo de los individuos; éstos tienen cuentas y pendientes de conchas nacaradas y caracoles sólo perforados, de factura más sencilla. Por tal motivo suponen que los adornos más sofisticados constituían objetos de intercambio con otros.

Villalpando, interesada desde 1979 en el conocimiento de los grupos prehispánicos de las costas y el desierto de Sonora, advierte que los aros y brazaletes más sofisticados fueron logrados por los grupos Hohokam, establecidos también en el desierto de Arizona.
Los Hohokam desarrollaron una tecnología con la que prácticamente desaparece toda la parte alta de la concha por tallado, explica. Ya obtenido el aro, tallaban sobre su superficie para producir grabados con grecas y diseños geométricos, a manera de adorno. En el caso de Sonora, los diseños resultan muy similares a las formas realizadas en Petroglifos y la Cerámica polícroma de la cultura Casas Grandes.
Elisa Villalpando advierte que esta actividad especializada integraba y otorgaba identidad a comunidades pequeñas, de agricultores emparentados, que vivieron un momento de experimentación agrícola, manipulando el agua de riego a través de canales.
 (Información gentileza del Grupo de Arqueólogos del Perú)
Hasta la próxima amigos!

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