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sábado, 21 de marzo de 2015

Memoria social, entre silencios y olvidos, por Vivina Perla Salvetti



Un nuevo aniversario del 24 de marzo nos impone la reflexión sobre el necesario ejercicio de una memoria referida a hechos que jamás merecen olvidarse.

Memoria social, entre Silencios y Olvidos



Introducción

Las víctimas de cualquier Terrorismo de Estado, ¿olvidan o silencian? ¿Puede un gobierno imponer el olvido por decreto? ¿Cuál es realmente la salida en estas situaciones de tan difícil definición?

En las páginas que siguen me propongo abordar estos temas espinosos con las herramientas que proporcionan los trabajos Michael Pollak y Raymond Williams.

Para reflexionar sobre experiencias dolorosas del pasado, las entrevistas llevadas a cabo durante veinte años por el sociólogo Michael Pollak ofrecen un registro invaluable respecto a cuáles son los factores que incidieron en la resistencia psicológica de quienes lograron sobrevivir los infames campos de concentración nazis en una Francia dividida. Su valioso hallazgo de puntos de referencia afectivos ofrece una herramienta operativa de gran valor heurístico para dar cuenta del valor de las emociones compartidas para sobreponerse a situaciones extremas.

Desde las páginas del clásico texto de Williams, se procurará brindar alguna reflexión respecto de cuál es la actitud institucional más adecuada cuando una sociedad se ve  obligada al dilema de elegir entre el Silencio o el Olvido.


Michael  Pollak: Memoria y situaciones límite

¿Cómo se construye la Memoria de sucesos para los que no hemos sido preparados socialmente? ¿Bajo qué circunstancias se opta por el Silencio? ¿Cuáles son las condiciones sociales que vuelven comunicables sus testimonios?  Y sobre todo,  ¿Cómo describir con pudor y dignidad los actos que han degradado y humillado a las personas?

Para abordar estos interrogantes imposibles de visibilizar, ante los investigadores se cierne la posibilidad siempre abierta de recuperar las voces de pasado con el propósito  que se interpreten a sí mismas, tarea a la que Michael Pollak le dedicó más de veinte años de su vida.

La trama de su libro “Memoria, Olvido, Silencios”,  se enhebra con el hilo conductor de estas páginas para tejer la comprensión cognitiva sobre los procesos de la Memoria.

Pollak, quien reconoce su perspectiva constructivista, recoge los testimonios de aquellos  individuos  que han atravesado por situaciones límite, como los campos de concentración nazis  durante la Segunda Guerra Mundial. Le interesa particularmente registrar la experiencia de mujeres que han sido separadas de su medio familiar y social, para ser insertas en un universo carcelario extremo, rodeadas por una población de diversos orígenes nacionales y sociales. (Pollak, 1989:3-15)

El análisis de Pollak se centra en los contextos sociales que legitiman y otorgan autoridad pública a los testimonios, ya que los mismos se anclan en situaciones socio-históricas que lo vuelven comunicable.  Lo contrario también es cierto: en un contexto de falta de comprensión social, la víctima opta por el silencio con la consiguiente emergencia  de lo que el autor denomina “memorias subterráneas”. Esta memoria subterránea, lejos de toda búsqueda de  olvido, transmite sus recuerdos en el ámbito familiar, o en pequeñas redes afectivas contribuyendo a mantenerlos vivos durante años  como muestra de “resistencia”.

Pero no se trata de la única manera para mantener vivos los recuerdos. Otros individuos deciden silenciar su pasado mientras efectúan un trabajo de reconstrucción de sí,  en constante compromiso entre lo que pueden confesarse a sí mismos y lo que puede relatar a otros.

Y ese es otro aspecto novedoso de los hallazgos de  Pollak. Introduce dentro del abanico de circunstancias personales, las de aquellos individuos que atravesaron por situaciones que hoy denominaríamos  como mínimo “confusas”. Por ejemplo,  el silencio de judíos que colaboraron con los nazis para seguir con vida. O los que fueron víctimas de los campos por  “motivos no políticos” como la homosexualidad.  O el silencio de  alsacianos que fueron forzosamente reclutados por los nazis.  Pollak describe que la memoria en estos casos, en clara interacción con procesos sociales de revisión histórica, atraviesa por distintas etapas. Desde una “memoria avergonzada”  hasta aquellas circunstancias en que los individuos,  a partir de un trabajo de reconstrucción de sí mismos, pueden afirmarse a partir de un sentimiento de lo absurdo.

Este carácter de un discurso interior que busca justicia merece diferenciarse del discurso que meramente busca justificación pública., diferencia que se hace evidente en los hechos. Mientras el primero procura una reparación sobre sí y otros, el segundo cierra toda posibilidad de justicia bloqueando su acceso para otros como única vía de obtener impunidad para sí. Los hechos de nuestra historia reciente no solo nos demuestran que jamás se arrepienten de lo que hicieron, sino que justifican sus actos hasta el final, como ocurre con los responsables del Terrorismo de Estado aquí en Argentina.

Quizás muchos de nosotros recordemos las cuestionadas declaraciones del genocida Videla  (analizadas por Verbirsky para Página Doce, 2012) cuando terminó admitiendo después de  treinta años de reclamos que “la figura del Desaparecido era cómoda para eludir explicaciones” (y por lo visto para seguir eludiéndolas) como claro ejemplo de la descarada búsqueda de impunidad  que movilizó cada uno de sus actos,  así como  de la  actual ausencia  de algún  mínimo resquicio de reparación, tanto por parte de él como del resto de los criminales  responsables del Terrorismo de Estado.

Una manera de tomar el pulso de lo que pasó, fue el método utilizado por Pollak para encontrar alguna respuesta. Usando las herramientas que proporciona la Historia Oral, descubre el valor que regularmente los sobrevivientes le otorgaron  a de los “Puntos de Referencia” espaciales, (el recuerdo de su lugar de origen) mientras atravesaban experiencias terribles. Tales puntos de referencia espaciales también son mencionados por Halbwachs como aquellas referencias que estructuran la Memoria.

En sus registros orales Pollak descubre además  el valor de puntos de referencia afectivos, como la clase de vínculos familiares o sociales que contaban las víctimas previamente a ser conducidas a los campos,  y que al parecer constituían un factor diferencial en la recomposición de las identidades después  de haber logrado sobrevivir. (Pollak 2006:9-15)

En otros casos la experiencia traumática misma constituye un “punto de referencia” [1] un anclaje en la Memoria.  Todas las entrevistas encuentran un  núcleo resistente, un hilo conductor, “constatado hasta en la entonación” de sus entrevistas grabadas, mediante el cual cada individuo intenta cierta coherencia enlazando lógicamente los acontecimientos, en el largo trabajo de reconstrucción de sí mismo y sus relaciones con los demás.



El reconocimiento del valor de los Puntos de Referencia sociales, afectivos y espaciales tal como fueron estudiados por Pollak, resultarán una pieza clave para la definición del Mapa Cognitivo como aquellas referencias tanto espaciales como temporales socialmente construidas  y que permiten anticipar y decidir el tipo de acción cotidiana.[2]



Memoria y… ¿Olvido?

  Si  “conocemos el papel que jugaron las manipulaciones masivas de la memoria en la aparición y mantenimiento de los regímenes totalitarios del siglo XX” como nos recuerda el antropólogo Joel Candau ¿Qué ocurre cuando “el pasado no pasa y provoca heridas en la memoria, llagas cruentas más o menos dolorosas”? (Candau  2002:75 y 76)

¿Puede un Estado democrático imponer por decreto el Olvido de conflictos no negociados?



Quizás conceptos como Cultura Emergente dentro de un marco institucional puedan proporcionar alguna respuesta en una “Cultura efectiva”.

Para recordar cómo es analizada esta situación desde varias facetas que eliminan la visión  estática de la cultura,, el escritor Raymond Williams describe en un texto ya clásico (Marxismo y Literatura) las complejidades de todo proceso cultural, que dista mucho de limitarse a causas-efectos lineales;

“La complejidad de una cultura debe hallarse no solamente en sus procesos variables y en sus definiciones sociales –tradiciones, instituciones, y formaciones- sino también en las interrelaciones dinámicas, en cada punto del proceso que presentan ciertos elementos variables e históricamente variados…”

“En el auténtico análisis (retrospectivo) es necesario reconocer en cada punto las complejas interrelaciones que existen entre los movimientos y las tendencias… Es necesario examinar cómo se relacionan con el proceso cultural total.” (Williams 1997:143)

Este análisis del pasado reciente debería revelar aquellos elementos (significados y valores) que, habiendo sido formados efectivamente en el pasado, todavía se hallan en actividad dentro del proceso total, y cuál es el lugar de las instituciones en la incorporación o negación de dichos elementos.

  Williams explica más detalladamente en qué consisten estos  elementos que recuerdan las “memorias subterráneas” mencionadas por Pollak: se trata de elementos que a pesar de no poder ser expresados, son vividos y practicados de algún modo.

  Se ha mencionado que Pollak analiza el papel que distintos tipos de asociaciones o aún de un entorno familiar receptivo tienen para mantener vivas  las memorias no expresadas públicamente. A este respecto, la caracterización de Williams de elementos que proceden del pasado, es particularmente iluminadora:

“Toda cultura incluye elementos aprovechables de su pasado… Ciertas experiencias, significados y valores que no pueden ser expresados o sustancialmente verificadosson… vividos y practicados… Lo que pretendo significar…ha sido formado efectivamente en el pasado, pero todavía se halla en actividad dentro del proceso cultural… como un efectivo elemento del presente.” (Williams 1997:144,145)

Se sostiene que la particularidad de  estas experiencias del pasado estriba en que no pueden ser ni expresadas ni verificadas pero se encuentran activas como elementos del presente. La única salida que propone Williams es proporcionar un marco institucional para aceptar el problema y reinterpretar el conflicto:

 “Es en la incorporación …a través de la reinterpretación, la disolución, la proyección, la inclusión ..como el trabajo de la tradición selectiva se torna especialmente evidente…Un elemento cultural (que) proviene de un área fundamental del pasado… habrá de ser incorporado a la cultura… las confusiones y conflictos, son negociados”” (Williams 1997:141,145)

Esta negociación de “confusiones y conflictos” es lo que permite la emergencia de algo nuevo:

“Por emergencia quiero significar, en primer término, los nuevos significados y valores, nuevas prácticas, nuevas relaciones y tipos de relaciones que se crean continuamente….” (Williams 1997: 145-147)

Estas palabras de Williams, escritas mucho antes que  comenzaran a llover en la Argentina las críticas debido al decreto  para “cubrir con el misericordioso manto del olvido” los abusos infames del Terrorismo de Estado mantienen no solo una notable vigencia, sino que proporcionan con bastante claridad una respuesta sobre cuál es el proceder adecuado. “Decretar el Olvido” solo puede responder a los intereses de quienes en pos de  impunidad,  pretenden que su propia responsabilidad personal en los delitos infames resulte efectivamente olvidada en un par de generaciones. Tal “olvido” nunca es justicia.

En vez del olvido institucional de los valores culturales reprimidos, se pudo observar que Williams en consonancia con Pollak recomiendan lo siguiente:

a)      Preparar un marco institucional para que el conflicto en principio “sea reconocido”, algo bastante diferente a decretar oficialmente el olvido. La fuente de tal conflicto se encuentra enraizada en “ciertas experiencias…que provienen de un área fundamental del pasado… que no pueden ser expresados o sustancialmente verificados y son vividos o practicados… desde alguna formación cultural anterior.”

b)       Tal marco institucional  para el reconocimiento del conflicto implica tomar la iniciativa para incorporar lo silenciado mediante la reinterpretación o la inclusión con la clara pretensión  de  negociar “las confusiones y conflictos”

c)      Una vez iniciado el proceso de negociación de los conflictos silenciados, se abre la oportunidad para la emergencia de nuevos significados y valores. Se trata de “un reconocimiento que resulta sumamente difícil describir desde la óptica teórica, aunque la evidencia práctica es abundante”(Williams 1997: 143-147)

En la Argentina durante los últimos años  hemos tenido oportunidad de venir observando los resultados de la tensión y puesta en práctica de distintos modos de inclusión y renegociación de los conflictos. Más allá de la propuesta teórica y en el largo y arduo trabajo de reconstrucción de cada víctima, los puntos de referencia afectivos siempre están en posibilidad de proporcionar el único anclaje válido de la experiencia por terrible que haya   sido.
















[1] Se trata de una afirmación que recientemente ha recibido sustento  científico experimental. El Dr Jorge Medina, integrante del Instituto de Biología Celular y Neurociencias, y Profesor de Fisiología de la Facultad de Medicina en la UBA, afirma enfáticamente “Sin emoción,  no hay memoria” atendiendo a los procesos químicos cerebrales.  (para más datos ver Zibell 2009)


[2] Tema central posteriormente desarrollado en mi Tesis de Licenciatura (Salvetti 2013)

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